Pablo

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Pablo Raez / Instagram

 

“SER DE LUZ”, así le define Francisco, su padre, y creo que somos miles de personas las que aseveramos esta definición. Sé que muchos de los que leéis el blog habréis oído hablar de él, pero me gustaría dejaros algunos datos para que, quien no los conozca, se pueda hacer una idea de la historia de este lindo ser humano que pasa por la Vida Dejando Huella.

Pablo es un chaval andaluz al que en 2015, con 18 años, le diagnosticaron leucemia. El deporte siempre fue su pasión y de él aprendió a tener como lema de vida el afán de superación. A día de hoy – enero de 2017 – la enfermedad le ha hecho recorrer un intenso periplo hospitalario. La leucemia le fue diagnosticada al hacerle las pruebas previas a una intervención quirúrgica por una lesión de rodilla. Desde entonces, ha recibido médula en dos ocasiones. La primera vez fue su padre quien pudo donarle, parecía que todo iba bien, pero el verano pasado – 2016 – la leucemia se reactivó. Volvió a ser trasplantado hace unos meses, pero según la última información que ha publicado en Facebook, el resultado de su último trasplante no está siendo tan halagüeño como debería y la médula sana, por ahora, no está tomando suficiente fuerza en su organismo, por lo que ha iniciado un nuevo tratamiento médico para tratar de darle el empujoncito definitivo y recuperar la salud.

Lo que acabo de relatar son hechos que Pablo y el entorno que le rodea viven y han vivido, pero este post no va a ir de eso. Quiero centrarlo en algo que va más allá de los hechos y la dureza que ellos engloban, en lo que los trasciende y los abraza… en el aprendizaje que la enfermedad le ha mostrado y en la facilidad que tiene para invitar a la gente a Vivir la Vida y colaborar para salvar vidas desde una calma natural y cercana.

Pablo tomó conciencia de la necesidad de conseguir un mayor número de donantes de médula para ayudar a los enfermos de leucemia e inició una campaña de sensibilización en redes sociales que ha llevado a multiplicar en un 1300% el número de donantes. Su reto es llegar al millón y todavía queda bastante camino, así que continúa trabajando para conseguirlo.

Según sus declaraciones, siente que ya le ha aportado algo bonito a la vida gracias al crecimiento del número de donantes que se ha conseguido. Sabe de buena tinta lo complicado que es encontrar médulas que sean compatibles y, consciente de la enorme necesidad que de ellas existe, se ha comprometido a hacer esta necesidad mucho más visible y así ayudar a que los enfermos de leucemia aumenten las posibilidades de trasplante y, por lo tanto, de Vida.

Pablo se siente agradecido a todos y cada uno de los momentos que vive, independientemente de lo duros que puedan llegar a ser. Durante dos meses perdió la visión, ha estado internado en cámaras de aislamiento y ha sufrido recaídas. Ha pasado miedo, mucho, e incluso ha sentido un cansancio tan profundo que le ha llevado a observar la posibilidad de tirar la toalla. Pero sólo a observarla, porque para él eso no es viable, no es una opción. Él se mantiene al pie del cañón centrándose en Vivir en el Presente, en el único momento que se da, que es éste.

En una de sus entrevistas hablaba de que le llama la atención el alarmismo y la tragedia que los medios de comunicación, a veces, reflejan sobre lo que él publica. Él no lo siente así. Es feliz mientras se va acercando a su cura, no necesita aplazar la Felicidad ni supeditarla al momento en el que la leucemia tan solo sea un recuerdo. Siente la Felicidad como algo accesible cada día aunque a muchos les parezca imposible. Vive en el momento Presente, y se siente profundamente agradecido a la enfermedad que se lo ha permitido Ver… la leucemia.

Relata que cuando se quedó ciego sintió horror, le costó una semana acostumbrarse a ello. De aquellas, estaba ingresado y la vista era una de sus grandes herramientas para hacer más llevadero el internamiento. Perdió la visión… y se Encontró. Habla de su ceguera como el hecho que le ayudó a aprender a estar consigo mismo, porque hasta ese momento no lo había aprendido. Fueron horas y horas de reflexión y de Encuentro. Él mismo lo define como un estado de meditación continua, de dejar a un lado conceptos del pasado y miedos o expectativas ante un futuro incierto.

Pablo secunda una frase de Alberto Espinosa sobre el miedo que dice así: “los miedos son dudas no resueltas”. Yo lo creo también. Se basan en expectativas, en elucubraciones que no sabemos si ocurrirán. Se ciernen sobre el pavor que nos da la idea de que surjan hechos parecidos a otros por los que ya “nos tocó sufrir” y que nos aterra el mero hecho de imaginárnoslos como una opción “real”. El miedo es algo que generamos, y nuestra forma de abrirnos a descubrirnos en él es lo que hace que lo vivamos como un bloqueo o como una oportunidad de aprendizaje y superación. No es un hecho inamovible, es una decisión. De no ser así… ¿cómo podríamos salir reforzados del miedo aterrador?

Conozco muchos ejemplos de personas que, como Pablo, hacen uso de una Valentía que les permite Ver más allá del miedo. Hay mucha gente que cambia su forma de entender la Vida y, por lo tanto, de Vivirla, tras pasar por duras experiencias. Todas ellas coinciden en algo: la dureza de la experiencia les mostró partes de ellos mismos que nunca antes habían Visto. Yo coincido completamente con esta afirmación: de la experiencia siempre se obtiene la oportunidad de descubrir la Vida. No digo que todo el mundo que pasa por situaciones complicadas lo haga y tampoco que sea algo que no conlleve desasosiego. Solo afirmo que es una posibilidad que está siempre y que tan solo depende de que nosotros nos abramos a Verla.

Cuando a Pablo le preguntan ¿ésto te hace mejorar? Él contesta muy tranquilo: “te hace mejorar si quieres. Si te esperas a que la enfermedad se cure del todo en lugar de disfrutar del tiempo que pasas curándote, no te mejora. Yo ahora me siento afortunado. Tomar conciencia de que no sé si tengo una vida por delante, pues me hizo empezar a Vivir cada día. Pero no vale con que “lo sepas”, eso se produce cuando “lo sientes” de verdad.”

Su proceso no fue inmediato, reconoce que ha sido muy difícil y complicado, pero continuó ahí, se permitió Re-descubrirse a través de todo eso y, gracias a ello, siente que empieza a valorar las cosas de una manera increíble y reconoce que la Vida sabe mejor así, desde esa perspectiva. Una perspectiva que no es exclusiva de quienes pasan por situaciones complicadísimas de Vida, sino de quienes se permiten Vivir y descubrirse a través de la Vida.

¿No es esto muy curioso? La gente le ve y siente pena. Él se Ve y siente agradecimiento a la Vida. Siente cada día, cada momento, como una oportunidad para Vivir sin importar hasta cuándo vaya a hacerlo. Ve su enfermedad como algo que, hoy por hoy, le acompaña, pero no se rinde, siente Agradecimiento por lo que gracias a ella Aprende de la Vida. Y toma conciencia de que lo triste no es morir, sino ser un muerto en vida.

SER DE LUZ, así le define su padre. Una luz que irradia animando a los demás a Vivir la Vida en lugar de pasar por ella de puntillas. A pisar charcos en los que mancharse para aprender la mejor forma de limpiarse. A cruzar mares aunque parezca fuerte el oleaje y a extraer de la Vida el mejor Aprendizaje, que no es otro que el que va más allá de lo que escribimos en nuestro cuaderno de Viaje. El que se basa en concedernos permiso para leer entre sus líneas y adentrarnos en cada página en blanco convencidos de que, aunque la Vida te cambie el guion, siempre te queda la opción de corregirle los acentos.

Gracias, Pablo. Fuerza y Vida.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Inés Bollero dice:

    Conmovedor

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