Éxito y Vida

Me pregunto qué es el éxito y también -¿por qué no?- qué es la Vida. La respuesta a la segunda pregunta puede resultar más sencilla usando los datos que la ciencia nos ha ido aportando sobre su origen o los ciclos que la componen, pero contestar a la primera supone un verdadero ejercicio de introspección.

Desde mi punto de vista, el éxito cabe en el espacio que se crea con una vara de medida. De aquí para arriba es un éxito, de aquí para abajo… ponle tú el nombre que quieras a eso que tratas de alcanzar y que no llega.

El éxito no es una realidad, es tan solo una interpretación, una perspectiva. Es nuestra forma de relacionarnos y valorar lo que hacemos y lo que llegamos a alcanzar. Es un valor cuantitativo, una referencia por la que nos dejamos guiar. El éxito depende de la gestión de algo inherente a la condición humana… las expectativas, y tiene el peligro de vincularnos tanto a él que terminemos supeditando nuestra Vida.

Los humanos apoyamos nuestra Vida sobre pilares a los que le solemos denominar “valores” y que, a su vez, se sustentan sobre otros más grandes, más longevos, y cuyos materiales de construcción dependen de la época en la que nacemos, el lugar en el que lo hacemos, nuestro entorno, nuestra religión, nuestra familia… Infinidad de condicionantes que DETERMINAN los valores que llegan a nosotros y que tomamos como REFERENTES DE VIDA.

Todos necesitamos apoyarnos sobre cimientos, pero creo que merece la pena pararse a mirar cuánto de nosotros tienen esos pilares y cuánto de otros le dan forma a los valores con los que nos movemos por la Vida. Puede que, si lo haces, mucho de lo que encuentres no sepas de dónde viene ni quién lo puso allí, pero es más que probable que todo lo que veas te resulte lo más lógico y natural. Ahí radica la base de nuestro paradigma, en la vinculación razonada y lógica de que lo que vemos, es lo que hay. En no poner en duda que aquello que vemos, puede que no sea lo único que podamos Ver.

Nuestra necesidad de alcanzar el éxito también condiciona la forma en la que priorizamos nuestros días. Aquello a lo que aspiramos en la Vida se vincula irremediablemente a nuestra forma de Vivirla. Convertimos nuestros “ahora” en preludios del “luego” y nos cargamos de quehaceres para que, ya si eso, mañana, tengamos todo lo necesario para disfrutar de una Vida que no sabemos si nos acompañará… muy curiosa nuestra forma de planificar.

Creo que buscar éxito en la Vida no está nada mal. De hecho, te animo a que lo hagas si es eso lo que quieres y también te invito a que te descubras mientras lo buscas. Que mires hacia lo que sientes cuando lo sientes, que te abras a re-conocer cuánto hay de ti en tus planes y cuánto viene dado por lo que piensen o esperen de ti quienes no habitan tus carnes.

Todos queremos que nuestra Vida sea como tenemos pensado, y que, si varía, que sea para hacerle un añadido cargadito de momentos maravillosos. Nada de sustos desagradables o hechos que nos tambaleen de la silla. Buscamos tener, al menos, la sensación de que hacemos todo lo posible por mantener el control de nuestra Vida, y acotamos nuestra forma de experimentarla a los límites que nos impone una meta por nosotros definida… lo que entendemos por «tener éxito en la Vida».

Para unos, tener éxito es promocionarse en su empresa, que le reconozcan su labor, y, si además lo hacen miles de personas, muchísimo mejor. Para otros, el mayor de los éxitos es levantarse al lado de la persona a la que aman o salir a un jardín lleno de plantas y pasarse la mañana cuidándolas.

Me resulta muy curioso ver el precio que, a veces, decidimos pagar para sentirnos exitosos. Millones de horas en la oficina, prisas, luchas de poder y sonrisas fingidas. Todo con tal de alcanzar lo que hemos venido a conseguir… pagar facturas, comprar coche, mandar a los niños a la universidad y, si se puede, salir a cenar alguna noche o disfrutar de unas vacaciones en un paraíso ideal para hacernos muchas fotos y colgarlas en Instagram.

¿A qué tipo de éxito estás dispuesto a supeditar tu Vida?

Verás, hace unos años, Bronnie Ware, una enfermera australiana, publicó un libro titulado “Los cinco arrepentimientos de los moribundos”. Ella trabajó durante muchos años atendiendo a enfermos terminales, y de lo que estas personas le contaban -sabiendo que estaban en sus últimas horas de Vida- , escribió el libro.

El primer arrepentimiento al que Bronnie hace referencia es este… “Ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera”.

Interesante, ¿verdad?

Pues ahí va otro… “Ojalá no hubiera trabajado tanto”.

Los enfermos reflejaban que su relación con el trabajo les había hecho perder el equilibrio y, como consecuencia, se habían perdido muchas cosas en su Vida.

A estos dos puedes sumarle el arrepentimiento que mostraban los moribundos de no haber expresado sus sentimientos, de verlos como un tabú. “Ojalá hubiera tenido el coraje de hablar y decir que no me gustaban esas cosas” o “Me arrepiento de no haberme atrevido a hablar con las personas y decirles lo que realmente sentía por ellas”.

Todos estos enfermos se arrepintieron de cosas que no habían hecho, de lo que no se habían atrevido a llevar adelante. Ninguno de ellos hacía referencia a los éxitos cosechados o al dinero amasado y que disfrutarían sus herederos, no. Hablaban de permisos no dados. De palabras no dichas. De emociones escondidas.

Doy fe de que sentir cerquita a la muerte te hace cambiar de perspectiva, pero también sé que no es requisito imprescindible para despertar de un sueño que soñaron otras Vidas y que no está abierto a reescribirse ni a  experimentarse, pero sí a encajar en otras formas nuestra propia Visión de la Vida.

“La Vida está para experimentarla, no para sobrevivirla.”

Sin embargo, ¿cuántos nos conformamos con repetir siempre lo mismo por mucho que nos joda?, ¿cuántas veces renegamos y nos cabreamos por hacer algo que nos molesta y nos sentimos incapaces de modificar nuestra actitud?, ¿por qué tratamos de explotar nuestra paciencia hasta que nos haga estallar a nosotros con ella?, ¿para qué?, ¿qué pretendemos conseguir? ,¿dinero?, ¿estatus?, ¿reconocimiento?, ¿que no nos miren como a un bicho raro?, ¿sentirnos amados, integrados o seguros?, ¿qué buscamos cuando actuamos como lo hacemos?

Párate a pensar cuántas cosas tangibles te llevarás el día que te mueras. Te irás con el cuerpo en el que habitas, nada más. Aquí se quedará todo lo demás: tus bienes, también tus obras y las huellas que hayas dejado en las Vidas con las que te hayas cruzado. Ya está.

¿Se te ha pasado por la cabeza pensar en qué dirías si este fuese el último día de tu Vida?, ¿qué te faltaría por hacer?, ¿cuántas palabras quedarían en el tintero? Si te animas a planteártelo, hazlo con honestidad, y permítete sentir todos los pensamientos que lleguen. Si consigues conectar con esa parte de ti que te grita para que te despiertes y te pongas a caminar, deja que te mueva. Anímate a coger el teléfono y decir eso que nunca dices y que siempre sientes. Haz lo que te inspire a hacer la Vida, conecta con la experiencia de permitirte Vivir dejando a un lado, aunque sea por un momento, metas, éxitos y expectativas. Mira tu presente Ahora, hazte con él. Descúbrete en todo lo que piensas y déjate sentirte sientas lo que sientas. Date la oportunidad.

«El éxito de la Vida reside en Vivirla en el único instante que se da».

 Éxito y Vida

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Raquel dice:

    Gracias

    Me gusta

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