Es distinto

Hoy toca darle cabida a los matices. A cosas muy pequeñas que generan grandes diferencias.

Según la RAE, una de las acepciones de la palabra “distinción” es esta: Diferencia por la cual una cosa no es otra, o no es semejante a otra.

Todos creemos saber identificar las diferencias. Si no lo hacemos a través de los materiales que forman los distintos elementos, podemos hacerlo por su uso, origen, color… El Ser Humano es capaz de desgranar lo que ve, de pasar de lo más vasto a lo ínfimo.

Esta capacidad nos hace conocedores de los matices de “lo distinto” desde el plano teórico o intelectual, pero me parece importante darnos cuenta de cómo las distinciones van más allá y forman parte de nuestro día a día, es decir, cómo pasamos las diferencias de la teoría a la práctica.

El concepto de “diferencia” nace de nuestra capacidad para identificarla, de ponerle nombre y colocarla en un lugar determinado y no en otro. Al número 1 le corresponde el lugar del número 1, no el del 2 o el del 3.

Quien no distingue no es capaz de marcar las diferencias y aquello que no distinguimos, adquiere sensación de homogeneidad. Por ejemplo, un marchante de arte puede desglosar las diferencias de los cuadros que vende con una agilidad inmediata. Encaja la información que extrae de la obra que ve y la pasa por los filtros que su conocimiento sobre técnicas, autores y el mercado del arte le aportan. Sin embargo, muchos de nosotros nos relacionaríamos con la misma obra que él es capaz de desmenuzar con un simple “este óleo me gusta o no me gusta”. Es decir, que lo que vemos no es todo lo que hay.

Nuestra habilidad para identificar las diferencias utiliza el lenguaje como herramienta para etiquetarlas. Las ponemos nombre. Utilizamos la palabra para definir objetos, conceptos, emociones… y con ella explicamos lo que los diferencia, pero hay matices sobre aquello que nos parece distinto y que no cabe en una simple definición.

El Ser Humano añade un plus a las palabras que va más allá de lo que diga la RAE o cualquier otro marco de referencia lingüística y que las dota de poder: la emocionalidad, y ésta está vinculada a lo que, para nosotros, significa esa palabra. Si quieres hacer la prueba, mira a ver cómo te relacionas con estas palabras: Amor, hacienda, cáncer, Vida, egoísmo, mesa, herida, naturaleza, sexo… párate en ellas y mira lo que generan en ti. La forma que tienes de relacionarte con estas pocas y con todas las demás es lo que les añade un valor extra, un significado especial: el tuyo.

La palabra le sirve de base al lenguaje y, sobre él, asentamos no solo el conocimiento, sino nuestra forma de relacionarnos con nosotros mismos y con la Vida. Todos conversamos. Lo hacemos incluso mientras pensamos. Trata de pensar en algo y quítale el lenguaje, a ver qué te sale…

La palabra es capaz de conceptualizar y pretender que quepa en ella algo tan infinito como la Vida, le aporta tangibilidad a conceptos a veces intangibles y nos acerca a nuestra necesidad de creernos capaces de mantener el control. La palabra es una herramienta brutal y, bajo mi punto de vista, menospreciada. Creo que muchas veces no le reconocemos el lugar que le pertenece y nos perdemos la oportunidad de descubrirnos a nosotros a través de ella.

El Ser Humano se relaciona consigo mismo y con los demás a través del lenguaje, pero no le basta con el mero significante de las palabras. Tampoco con el significado. Le añade la percepción propia de cada individuo y, a través de ella, le otorga veracidad a un “nuevo significado” que puede ser muy lógico para él, pero que no deja de ser una opción entre infinitas. Nada más.

¿Conoces a alguien a quien sus padres le hayan dicho que era inútil y se lo haya creído?, ¿y cuántos de ellos han mantenido esa conversación incluso habiendo fallecido quienes se lo decían? El efecto Pigmalión existe y, como éste, podemos poner mil ejemplos de él. La palabra genera Creencias y, a través de ellas, nos relacionamos con el apasionante mundo de “la posibilidad”. Acuérdate del ejemplo del cuadro que leíste antes…

Lo que vemos, no es todo lo que hay.

Es verdad que podemos creernos para el resto de nuestra Vida que somos inútiles y relacionarnos con el mundo desde ahí. Tenemos cierta maestría a acomodarnos en el malestar, a no ponernos en duda por el simple hecho de que nos da miedo hacerlo. Sin embargo, también tenemos la posibilidad de dejar de creernos que somos tan inútiles como nos han contado. Da igual cuántas veces te hayas caído tratando de demostrarle a los demás lo útil que eras y te hayas dejado los dientes en el camino. Todas esas veces no están en la realidad, en el aquí y en el ahora. Eres tú el Responsable de creértelas y darlas por buenas.

Para mí, lo que acabas de leer es una de las principales distinciones que conozco: no es lo mismo no saber que no poder, sin embargo, no solemos identificar fácilmente lo que las diferencia.

Muchísima gente se relaciona con lo que le parece difícil desde el “no puedo” sin pararse a tomar conciencia de lo que esto significa. “Poder” es tener la capacidad o facultad de hacer determinada cosa. Como verás, esa definición que te aporta incapacidad real para hacerlo, poco o nada tiene que ver con necesitar saber cómo se hace para decidir llevarlo a cabo, pero nuestra tendencia es a unirlos de una forma inexorable.

A nivel lingüístico está claro lo que las diferencia. Nuestra cabeza es capaz de darle una explicación, pero permítete integrar esa diferencia en cualquier cosa que te parezca difícil de afrontar. Puede que la nueva explicación que aparezca comience con un “sí, pero…”

En esos “pero” están nuestras Creencias. Nuestro convencimiento de que no es verdad nuestra capacidad para asumir un reto que nos resulta especialmente difícil. Sin embargo, tomar conciencia de que lo que Ves no es todo lo que hay, te permite poner en duda no solo tus límites personales, sino aquellos que, por estar fuera, parecen aún más insalvables.

Es ahí donde comienza una distinción de la que me di cuenta hace muy poquito: Análisis e Indagación. Para mí, la Indagación te acerca al sí, mientras que el análisis aboga por el no.

Ahora trataré de explicarte lo que acabas de leer, y voy a hacerlo desde mi perspectiva personal, desde ese matiz que se suma a lo que sintáctica o definitoriamente las diferencia, pero que a mí me ha servido para gestionarme desde allí y poner en duda todo lo que me cuenta mi mente.

El análisis trata de saber, de ser capaz de explicar. Analizamos para conocer, para que aquello que vemos tenga cabida en los parámetros establecidos. Para que encaje y se pueda definir. Para que quepa en nuestro entendimiento y se pueda razonar. El análisis necesita certezas aunque llegue a admitir con resentimiento que no las haya.

La indagación también trata de saber, pero desde un lugar distinto: aquel que está abierto a no encontrar respuesta y, aún así, Aceptar que no la haya. La indagación se abre a descubrir cualquier cosa y lo hace sin esperar nada. Está dispuesta a poner en duda las razones más arraigadas, las más profundas, aquellas que fueron generadas por palabras y que formaron una costra que le da sombra a nuestra luz innata.

Te invito a que te indagues, a que descubras lo que supone poner en duda los límites que Crees tener. No importa que no sepas cómo hacerlo, permítete experimentar tus miedos y descubrirte a través de ellos. No es verdad que el miedo te pueda parar. Cuéntatelo como quieras, pero eres tú quien detiene tus pasos ante algo que no sabes si será, o no, realidad. Ponte en duda, permítete Indagar.

Con las oportunidades pasa como con los cuadros… LO QUE VES, NO ES TODO LO QUE HAY.

Es distinto

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Juanito dice:

    Directo al mecanismo de pensar, que basamos en el lenguaje.
    Muy de agradecer esa reflexión. Ciertamente.

    Me gusta

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