“Independientemente de la oscuridad que albergue el mundo que te rodea, siempre tienes la Oportunidad de iluminar tu parte”
El Ser Humano alberga en sí mismo la última y más básica de sus libertades: la de Elegir su forma de relacionarse con lo que acontece.
Viktor Frankl, un psiquiatra judío que estuvo preso en varios campos de concentración nazis, dio fe de esto durante su cautiverio. Allí vivió en primera persona la sinrazón de una guerra enfocada en el exterminio. Fue así como descubrió que, incluso cuando se daban las peores condiciones de Vida imaginables, el Ser Humano daba muestras de poseer esta última libertad, y lo hacía como algo de lo que es imposible despojarse. Estas son las palabras que Frankl emplea para explicarlo en su libro «El Hombre en busca de Sentido»: “El talante con el que un hombre acepta su ineludible destino y todo el sufrimiento que le acompaña, le ofrece la singular oportunidad –incluso bajo las circunstancias más adversas- de dotar a su Vida de un Sentido más profundo. Esa libertad interior, que nadie nos puede arrebatar, es la que confiere a cada existencia una intención y un Sentido, y en esa decisión personal reside la posibilidad de atesorar o rechazar la dignidad moral que cualquier situación difícil ofrece al hombre para su enriquecimiento interior”. Cada vez que las leo me conmuevo al imaginar la dureza alojada tras ellas y me maravillo ante la gratificante Verdad que representan. Me parecen la mejor invitación posible para atrevernos a dejar de vernos a través de lo que pensamos y comenzar a indagar en lo que de verdad Somos.
Hay personas que han dado buena fe de esa libertad personal de la que Frankl fue testigo durante su cautiverio y han conseguido incluso reconocimiento internacional por hacer girar sus días en torno a ella. Nelson Mandela fue una de ellas. Pasó 27 años de su Vida en prisión por defender aquello en lo que creía y, lejos de emplear esta etapa para alimentar el odio y el rencor hacia sus represores, tomó el timón de su Experiencia carcelaria. Se dice que cada noche repetía un poema que le ayudaba a mantenerse en ese lugar de calma. Es este…
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el Capitán de mi Alma.
Los relatos de Frankl o las vivencias de Mandela son impactantes, pero solo son 2 ejemplos – de entre miles de ellos – de libertad. Una libertad inherente al Ser Humano y que, por tanto, TODOS albergamos, pero a la que nos parece complicado llegar.
Cuando hablamos sobre situaciones tan duras como las de Frankl o Mandela, vemos a quienes se sobreponen a ellas como héroes, y esa heroicidad parece colocarles en un lugar medio endiosado, reservado para unos pocos y que excluye a los demás. Nos parece imposible obrar como ellos lo hicieron, nos removemos al imaginarnos viviendo su situación y nos alejamos de su grandeza… esa que cultivaron desde la libertad de elección.
No creo que nadie elija hacer uso de esa libertad sin miedo, y tampoco creo que elegirla te exima del sufrimiento, pero sí que te lleva a un lugar donde el miedo se tiñe de calma y éste deja de ser tan fiero. Además, sé que todos somos héroes. La heroicidad no es excluyente, al revés, nos incluye a todos y cada uno de nosotros, y nos pone pruebas cada día para que saquemos a nuestro héroe a pasear (aunque a veces lo haga a grito pelado y tratemos por todos los medios de hacerla callar).
Puede que esta libertad erigida sobre la base de que somos libres de Elegir la Vida que queremos Vivir suene a utopía, pero no deberíamos alejarnos de esta opción si pretendemos no sucumbir a la facilidad del victimismo… No podremos evitar mucho de lo que sucede de puertas para fuera, pero siempre tenemos la Oportunidad de Capitanear lo que ocurre de puertas para adentro. Y esta es, siempre, nuestra máxima expresión de libertad.
Conozco a muchas personas a las que les parece imposible hacer algo así y me cuentan todo lo que les lleva a creerse incapaces. Sonará raro, pero a mí me parece algo hermoso oírlas hablar porque sé que no me hablan de ellas (aunque crean hacerlo), tan solo me están hablando de sus miedos. Nada más. Y me reconozco en cada una de sus palabras y en el miedo que sienten a saltar hacia ese lugar que, aunque les parezca muy lejano, es el más cercano que puedan imaginar. Es más, lo tienen tan cerca que jamás salieron de allí, tan solo creyeron hacerlo.
Desde ese lugar nace el Respeto hacia todo lo que me cuentan, a cualquier cosa que crean y defiendan, a verse como incapaces de volar o a sentirse águilas salvajes, a su risa, al brillo de sus ojos cuando se permiten soñar, a que se quieran o a que se odien, incluso a que quieran u odien a los demás. En todas esas etapas yo también viví… y me las creí. Me creí víctima mientras me encaramaba al odio del verdugo, y me aposté como verdugo porque no soportaba el dolor de sentirme víctima. Distintos papeles de un mismo juego: el de creer que lo que pensaba o sentía era lo único cierto.
Ahora sé que nada de lo que pienso o siento es La Verdad, sino tan solo una opción –entre infinitas- de Verlo y, por lo tanto, algo que puedo cambiar si así lo considero. Esta perspectiva me abre la puerta para Comprometerme a descubrirme a través de la Vida y a dejar de creerme que lo que veo (lo poquito que veo) es lo que hay, y es entonces cuando la palabra Oportunidad cobra un nuevo sentido y se carga de ganas por Vivirla y descubrirme en todas y cada una de ellas. Y me inundo de ilusión por indagarlas e indagarme, por volver a descubrirme de nuevo…
Creo que la forma más sana de Compromiso es aquella que tiene origen y destino en uno mismo. Dejando de buscar que sean otros los que alaben tu perseverancia. Permitiéndote conocerte a través de cada una de las necesidades que sientas. La mejor forma de impresionar es la que tiene que ver contigo, la que te llena de satisfacción interna, la que no busca impresionar a los demás porque sabe que lo que los otros reconozcan tendrá que ver con lo que ven de ti y no con lo que Eres.
El aplauso que te den los demás, el que viene de fuera, tiene que ver con lo que los demás interpretan sobre lo que hacemos o decimos, pero el aplauso que nos damos desde dentro parte de nosotros mismos, de sabernos Coherentes entre lo que Somos, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que decimos y lo que hacemos. No puedo imaginar un aplauso más templado que ese… sin intermediarios, sin directrices, sin doctrinas y sin tener la necesidad de escucharlo.
Te invito a que te Comprometas a Ver más allá de la oscuridad que encuentres fuera, a que descubras cuánto de ti pones en ella. A que mires con honestidad hacia lo que pienses, sientas, digas o hagas. A que te permitas indagar sin necesidad de encontrar respuestas. A que te quites el miedo a ponerte en duda. A que te aplaudas. A que te animes a atravesarte y llegar a lo mejor de ti, porque, cuando lo hagas, descubrirás que, por mucha oscuridad que exista fuera… NUNCA PODRÁN ARREBATARTE LA LIBERTAD DE ILUMINAR TU PARTE.
Feliz viaje…
