Las chicas del lago

A Yolanda la conocí hace menos de un año. Era el primer día de clase. Nos habíamos juntado en aquel aula un montón de amigos esperando a darnos permiso para serlo. En cada clase nos fuimos descubriendo, quitándonos capas y mostrándonos a todos y para todos. Fueron jornadas muy intensas las que compartimos en aquel lugar. Poquito a poco nos fuimos acercando a nosotros mismos y también a todos los demás. En aquel curso conseguimos algo más que un título… nos llevamos grandes Experiencias y buenos Amigos.

Hace unos días, Yolanda me llamó y me dijo que le había fallado el plan que tenía para alojarse en Madrid durante el fin de semana. Obviamente, le ofrecí mi casa. Quedamos en Atocha, en la estación. Ella llegaba desde Valencia y yo desde Alicante, así que era el lugar perfecto para comenzar nuestro fin de semana en la capital. 17:45, caritas cansadas, sonrisas ilusionadas, y unas ganas locas de compartir todo lo que en esos días se nos pusiese por delante.

A las 19:00 debíamos estar en Leganés para  enterarnos bien de nuestro cometido en el Voluntariado que íbamos a hacer durante los siguientes tres días. Llegamos a tiempo hasta la Cubierta de Leganés, pero fue muy poquito lo que conseguimos sacar en claro de lo que tendríamos que hacer, así que decidimos quedarnos con la ilusión y las ganas de todos los que nos juntamos gracias a la Voluntad y que, aun sin conocernos, éramos conscientes de algo que nos unía… las ganas de Experimentar la Vida y una ilusión emocionante por Compartirla.

Al día siguiente tocaba súper madrugón, a las cinco en pie. Caras de sueño en la cocina y un zumito de por medio, tostaditas de pan y ducha reconstituyente. Ya estábamos listas para afrontar el día y todo lo que se nos venía encima…

Nuestra primera labor como voluntarias en Being One ese día era informar a quienes llegaran en metro a la antigua localización del evento del lugar en el que se encontraban los buses que les llevarían al nuevo emplazamiento e informar, a quienes no lo supiesen, del cambio que se había producido en la ubicación.

Llegamos a la zona del Metro Lago con las mochilas cargadas no solo de la comida para abastecernos ese día. También las llenamos de buenos deseos, de ganas de hacerlo lo mejor posible, y de mucha, muchísima, incertidumbre ante los cambios que se estaban produciendo en la organización.

De camino al metro de Lago, Yolanda creó un grupo de WhatsApp para estar bien informados todos los que íbamos a compartir espacio y cometido. Le llamamos “Voluntarios Metro Lago”. La primera tanda de “Hola chicas, buenos días!!” no se hizo esperar.

Llegamos a la boca del metro Lago sobre las ocho y, en la primera oteada, ya llamó nuestra atención una sonrisa: la de Verónica.

Verónica tiene una forma de sonreír que me alucina. Lo hace desde ese lugar que no cabe en nada, que no se define. A algunos nos sale identificarlo como el Alma, pero hay quienes lo ven como el Corazón o como “ese algo que cautiva”. Sea lo que sea, querida Verónica: GRACIAS por aparecer en mi Vida.

Nos reconoció porque vestía una camiseta del mismo color que las nuestras. “¡Hola, chicas!”. Dos besos y más sonrisas. Comienzo de una historia: la nuestra.

Juntas hemos tenido la suerte – y digo suerte – de Vivir Being One. Sobre las dichas y las desdichas del evento y sobre la forma que adquirió ha habido mucho eco en los medios de comunicación y redes sociales y no es mi intención escribir sobre ello. Lo que sí que voy a hacer es intentar reflejar aquí una parte de lo que me llevo de este des-ENCUENTRO.

Yolanda, Verónica y yo tardamos muy poquito en organizarnos para llevar adelante nuestro cometido en el metro de Lago. Una a la salida (Verónica), otra a medio camino del bus (yo) y otra a pie de escalerilla (Yolanda). La gente comenzó a llegar muy temprano. Casi todos sabían que se había cambiado la ubicación del evento, pero hubo algunos que se enteraron allí mismo, a pie de metro, y surgieron las primeras diferencias interpretativas… unos se enfadaban y otros daban las Gracias. Primera gran lección del día.

Estuvimos por la zona del metro hasta las once. Hacía un día fresquete, típico de primavera, soplaba aire y el sol salía a ratitos, pocos, pero salir… salía.

Cerca de las diez decidí ir a tomar un cafetito para entrar en calor. Llegando a la zona donde estaba Verónica, vi que estaba hablando con un chico grandote que vestía el uniforme del personal de Seguridad del Metro. Ambos sonreían. Llegué y saludé. “Verónica, me apetece un café, ¿hacemos turnos para tomarnos algo?”. “Vete tú”, me contestó, y continuó con un “Mira, te presento a José, un auténtico encanto. Me ha visto aquí muerta de frío y me ha preparado un cafetito para que me lo tome”. ¡Madre mía, José!, ¡no se puede ser más bonito! A lo largo de la mañana que pasamos allí yo también pude dar fe de la bondad de aquel muchacho. Dispuesto a colaborar sin buscar nada a cambio.

Era casi media mañana cuando nos subimos a uno de los autobuses que llevaban hasta la Cubierta de Leganés. Fueron algo más de 20 minutos de trayecto que me supieron a pura gloria. Allí sentada conocí algo más de la Vida de Verónica y de Yolanda y lo único que me sale decir es GRACIAS.

Gracias por sonreirle a la Vida de la forma que lo hacéis. Salvando los peros y dándole alas a vuestros sueños. Dejándoos mecer por el hoy desde el profundo Agradecimiento, sin rencor a un pasado que arrebata amores, que adapta sueños. Gracias por no cejar en el empeño de Vivir. Me habéis dado una gran lección de Vida. Gracias por hacerlo.

El pasado fin de semana, en Being One, se daban cita grandes gurús que invitan a Vivir la Vida. Era un espacio para Compartir enfoques sin pretensión de convencer. A muchos de los que iban no les conozco. Tampoco he leído sus best-sellers. A otros, sin embargo, les sigo con admiración por la forma tan sencilla que tienen de expresar algo que suele resultar complejo.

Durante los tres días que duró el foro, escuché menos de una hora lo que decían “los grandes”, sin embargo, durante todo el tiempo que estuve allí, tuve la suerte de disfrutar de la puesta en práctica del Mensaje que compartían: Experimenta la Vida, Adáptate a Ella, Ámala, Sé impecable, Cree, Crea, Logra…

De muchas, muchísimas, de las  personas que conocí esos tres días no sé ni su nombre. El de otras muchas lo olvidé. No tengo ni idea de cómo se apellidan, de lo que hacen o a qué se dedican. Y me gusta sentir que no necesito saberlo porque lo que me Enseñan no está asociado a nada de eso. Ellos me han regalado un ejemplo de Unidad, de dar la mano sin mirar. De dar abrazos después de reclamar, de decir Gracias entre lágrimas de Agradecimiento, de apoyar un Qué sin saber el Cómo. De Creer. De Crear. De Lograr…

Es por todo esto (y mucho más) que hoy escribo dando gracias a lo que el caos me regaló. Un Aprendizaje de los que calan, de los que van dejando huella porque pasan de la teoría a la práctica. Una práctica que nace desde ése Lugar. Ése al que nos cuesta ponerle nombre y que algunos llamamos Alma. Ése desde el que nacen sonrisas como las de Verónica o Yolanda. Ése en el que el caos se convierte en calma. Ése en el que nacen historias bonitas, auténticos Regalos. Historias como ésta…

… Como la tuya. Como la nuestra…

Las chicas del lago

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