Háblame de mí

Cada vez que hago algo por ti, en realidad, lo hago por mí. Da igual cómo te lo venda o cómo me lo intente auto-vender yo. Lo que hago siempre me beneficia. Incluso aquello que hago a regañadientes. Todo, absolutamente todo, busca complacerme. También lo que hago enfadada o cansada de repetir siempre. Y es que eso que tanto digo que me molesta hacer, al tiempo que hiere, también anestesia el dolor que siento por no pararme a Escuchar lo que necesito contarme. Lo que habla de mí y no de ti. Tú aquí eres tan solo un elemento necesario para Verme y Aprender sobre mí, pero a mí me resulta más sencillo señalarte como el responsable de mi forma de sentir. Si tú lo eres, ya no necesito más culpables.

Puede que lo haga porque Escucharme me de miedo. Parece que hacerlo vaya a ser un martirio, que sacaré a la palestra, una por una, todas las cosas que hago mal y que de ellas saltarán a escena poderosas armas de guerra. Parece que pueda anticiparme a ese temido momento y veo cómo me explicaría semejante percal: poniéndome excusas y argumentando por qué hice lo que hice o por qué siento como siento. En definitiva, ciñéndome a contarme un guion aprendido hace tiempo y creyéndome incapaz de que mi personaje pueda utilizar un lenguaje distinto al de siempre.

En el fondo, me gusta esta sensación tan agridulce de negación, de sentir que parece que no puedo. Ahora disfruto de una parte de ella que antes no podía ni imaginarme: una dulzura que sabe a Vida llamando a una puerta que ya no está tan escondida. Cuando oigo esa llamada -la de la Vida- soy capaz de sentirla, de intuirla serena y calmada mientras llama a mi puerta sin necesitar que nadie abra porque en ella no existe la necesidad de nada. Soy yo la que necesita, la que huye y la que siente. Ella solo Es lo que Es: Vida. Tan Vida como Soy yo. Solo que yo tengo este lado humano y obstinado en creer que soy algo más que Ella y me monto mi propia versión adaptada a tiempo, lugar y circunstancias.

Y en esta adaptación tan mía de la Vida es donde me pierdo y creo alejarme de la serenidad que intuyo tras la puerta a la que Ella llama. Es dentro de mi versión adaptada donde me limito tras muros de papel que adquieren para mí el peso y el empaque de un fuerte armado en piedra. Es entonces cuando empiezo a necesitar que todo sea como yo quiero considerando que lo que no es como debería tendría que cambiar para que todo fuese correcto. Así Veo tantas cosas que no quiero Ver, que decido no abrir la puerta. No vaya a ser que la Vida que llama a ella quiera entrar a mi fortaleza para hacerme levantar los muebles bajo los que escondo toda la mierda.

Sin embargo, Ella no busca eso. No busca poner mi casa patas arriba ni desmontarme. No busca nada, absolutamente nada. No necesita buscar. La que busca soy yo creyendo que algo me falta.

Hay tantas formas de entender la Vida como personas que habitan el planeta. Cada uno con sus valores, sus experiencias y sus razones, pero creo que hay algo que es común a todos los que estamos juntos en esta amalgama de culturas y doctrinas, algo que todos Somos: Vida, y como Vida que Somos, tenemos un nexo en común por mucho que nos cueste Verlo.

Muchas veces me he sentido separada de los demás, y además, cuando me pasa, me parece súper lógico lo que pienso y me vienen a la cabeza un montón de razones que lo avalan: distinto país, distinta cultura, distinta fisonomía, distinto nivel cultural, distintos valores, distinto estilo de Vida, distinta forma de vestir, distinto club deportivo, distinto trabajo, distinto puesto, distinto poder adquisitivo, distintos enfoques políticos, distintas experiencias, distinta raza, distinta religión, distinta época…

Es verdad, somos distintos. Pero no confundamos distinto y distante.

Cada uno de los elementos que “nos separan” han de pasar por otro filtro más, el que los cataloga como “lo bueno”, “lo menos bueno”, “lo regular”, “lo malo”, “lo pésimo”, o el más curioso de todos: “el ostis, pedrín, este es muy fuerte. Hay que esconderlo.” Según interpretemos lo que nos sucede y dependiendo de lo que queramos que los demás vean dentro del amplio repertorio que poseemos, iremos poniendo a la vista de todos los elementos que más nos interese exhibir y a la vez ocultando los que son más molestos de mirar, pero todos, absolutamente todos, tenemos trocitos de nosotros con los que podríamos cubrir este singular catálogo de distinciones. Distinto será que decidamos ponernos a ello, pero, como poder hacerlo, vaya que si podemos.

Para ponerte manos a la obra y DesCubrir los tuyos, no hay nada mejor que estar en Silencio.

No puedo Escucharme si oigo permanentemente el ruido que generan mis pensamientos. La Escucha, mi Escucha, se Encuentra más allá de ellos. Es capaz de saltarse lo que pienso o lo que siento para Encontrarme con lo que Soy a través de lo que Experimento. Y es tan, tan intenso Escucharme así. Es como si una bocanada de aire fresco llegase en el momento perfecto, en el único, en éste.

Es así como abro mi puerta a la Conciencia, Escuchando lo que sobre mi forma de Vivir me cuenta Ella. O yo… ¡Qué más dará mi forma de llamar a eso que no necesita ser llamado porque está siempre y en todo lugar!

Vivir es tan sencillo como abrirme a la Vida y tomar conciencia de su grandeza. Experimentar, ponerme en duda, indagar sin necesidad de encontrar nada que sea distinto a lo que hay, Aprenderme, DesCubrirme, Amarme y Aceptar cuanto tenga. Tanto lo que me gusta y quiero que todos vean como el tamo polvoriento que escondo bajo los muebles. Todo cuanto esté. Todo cuanto haya.

Sin embargo, hay momentos en los que no me resulta tan sencillo Verlo así y regreso a “mi Versión Adaptada a tiempo, lugar y circunstancias”. La ventaja de saberme ahora en ella es que carece de la relevancia que yo misma le asignaba cuando temía lo que hubiese más allá de la puerta de mi casa de papel disfrazada de muralla fortificada.

Ahora sé que lo que hay es Vida, Conciencia y Paz, una Paz infinita. Inabarcable por mí, pero yo sí que soy abrazable por Ella. No importa lo que vean mis ojos al abrir la puerta, la Vida me lo presentará de cualquier manera. Serán personas, lugares, circunstancias… serán lo que sean, y vendrán a hablarme de mí, de lo que siento gracias a ellos y ya no les veré como los culpables de lo que sienta. Serán quienes me cuenten mi Vida a través de mis miedos, de mis ilusiones, de mis anhelos…

Y saldrán todos al ruedo dispuestos a torear cada uno de mis rincones secretos. Esos que tanto hablan de mí y no de ellos.

Háblame de mí

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