Un momento, por favor

 

UN MOMENTO, POR FAVOR

Quieres parar y no encuentras cómo. Se amontonan los “debo”, los “más me vale”, los “por si acaso” y mientras tanto mantienes el ritmo sin rendir cuentas sobre cuánto cuesta seguirlo. Mejor dicho, sobre cuánto TE cuesta porque nadie más que tú es conocedor de los costes reales. Esos que no aparecen en ningún manual sobre “cómo ser eficiente”, los que no podrás encontrar en ningún foro de personas que inspiraron con sus grandes hazañas a los dibujantes de superhéroes. Y es que existen costes que no se cuentan por miedo a que la gente se cague tanto al verlos como para tirar la toalla incluso antes de comprarla.

Todos sabemos la importancia de mantener el equilibrio en la Vida, nos hemos aprendido que el debe y el haber han de estar casi igualados para que la balanza no te arrastre de cabeza a ninguno de sus platos. Racionalizamos y comprendemos que si gastas debes ingresar, que si trabajas duro el descanso debe producirse y ser bienvenido, pero… ¿qué hacemos en realidad?, ¿practicamos lo que sabemos? Pues va a ser que no siempre lo hacemos y encima creemos tener infinitas razones para ello. La principal… “es que,si lo hago así… no llego”.

Ese «no llego» que suena tanto a verdad como para creértelo es el mismo que intenta que no le cruces y te preguntes más. Te invito a que, cada vez que ese «no llego» aparezca, te plantees algo… ¿a qué no llegas?, ¿a que salga todo como te gustaría?, ¿a hacer todo lo que puedes?, ¿a comerte el mundo?… ¿A qué?… ¿A qué crees que no llegas?

Si yo trato de responder a esto, me doy cuenta de que cuando me enredo en todo lo que “debería estar haciendo”, el primer lugar al que no llego es a ese en el que estoy yo. Cuando miro afuera, yo no me Veo. Para hacerlo he de mirar adentro.

Mucha gente me dice que no puede hacerlo porque no encuentra el momento. Les entiendo bien porque conozco la sensación de necesitar que todo lo que te rodea te acompañe. Momento tranquilo, tiempo de sobra, un espacio acogedor y cómodo, la luz perfecta… entonces sí. Bajo toda esa aparente calma y tranquilidad parece que llega el momento de ponerte a seguir el manual sobre “cómo conseguir… lo que sea” y alardeando de nuestra intención de mirar dentro, volvemos a poner toda, todita, nuestra atención en lo de fuera.

Pensamos que la única oportunidad para mirarnos depende de algo tan variable como  el tiempo, el lugar, y las circunstancias en lugar de darnos cuenta de que lo único indispensable para hacerlo somos nosotros.

No conozco a nadie capaz de no relacionarse consigo mismo. Todos mantenemos diálogos internos, todos nos contamos si lo que vemos fuera es malo o es bueno, si nos gustaMos, si no, si las cosas son como «deberían ser» o si nos dan miedo. Todos lo hacemos, pero no siempre somos conscientes de ello.

Incluso hay veces que estamos tan absortos en dar por seguro que lo que nos contamos es cierto, que nos sentimos incapaces de sopesar otras opciones como «posibles realidades». De ahí, de estar convencidos que lo que pensamos es la verdad, salen los “eso es imposible”, los “no puedo” o los “no servirá de nada, yo soy… lo que sea” Y no nos damos ni cuenta de que la única identidad de la que hablamos es de lo que vemos e interpretamos sobre nosotros, no de lo que Somos en realidad.

Así parece complicado transformar algo, ¿verdad? Pero… ¿y si nuestra realidad no fuese tan real como pensamos? ¿Qué pasaría si dejásemos de obedecer al miedo?

Piensa cuántas veces te has dicho NO PUEDO por pura inercia, por pereza o por falta de confianza en ti o en las circunstancias sin darte la Oportunidad de confirmar la veracidad de esas negadoras palabras. Ahora añádele todas las veces en las que te has dicho NO a ti por sentirte incapaz de decírselo a cualquiera de los de fuera… ¿qué pensarían de mí si les dijera que no me gusta su idea?, ¿qué consecuencias tendría que les dijese que ya no quiero seguir en esta empresa?, ¿se enfadará si le digo que no quiero acompañarle? Y así hasta donde cada uno haya decidido negarse a identificar y a validar sus propias emociones y necesidades.

Dice mi amigo Juan que por cada NO que no les dices a los de fuera, tres noes se cultivan en tu propia cosecha. Yo creo que esta es una interesante verdad. Él me señaló algo importante: fíjate en las personas que levanten la mano cuando tú preguntes si alguien tiene problemas para decir NO ante situaciones incómodas en las que se sienten comprometidos. Muchos levantarán la mano y aparecerán distintas respuestas – es que es muy difícil -, – llevo toda la Vida diciendo que sí, así que imagínate si ahora les digo que no – o el siempre recurrente – mi mujer me mata – . Después de escucharles cómo te explican sus razones para no sentirse capacitados para decir NO a los de fuera, pregúntales qué NOES se dicen a sí mismos cada vez que no tienen coherencia entre lo que dicen y lo que piensan. De ahí sale la relación entre el 1 y el 3. Por cada NO que no digo -queriendo decirlo-, me niego tres veces a mí mismo. Y quien dice tres, dice cuatro, o cinco, o seis… Así que es el momento perfecto para revisar si para decir-Se NO tienen algún problema o si el problema es tan solo para decirles NO QUIERO a los de fuera.

Esta interesante reflexión me hizo darle vueltas a lo que aparece cuando te la planteas y me di cuenta de que, en mi caso, me niego muchas más veces de las que creía. De esta reflexión se extraen momentos de autoescucha, de Silencio, de Encuentro; de reconocimiento -volver a conocernos-  y se nos invita a sopesar la posibilidad de dejar de Vivir nuestra Vida en la sombra para comenzar a hacerlo como una parte prioritaria e indispensable de ella. Date permiso, siéntelo, Escúchate un momento, por favor… Si tú no te lo asignas, ¿quién o qué tomará el papel protagonista?

Cuando te planteas de verdad eso de recuperar tu Vida, aparece EL MIEDO con mayúsculas, miedo a dejar de pertenecer, a soltar, a caminar por terreno inexplorado. Parece complicado moviéndonos en una era donde cualquier youtuber que se lo curre un poco es capaz de convencerte de cuanto “deberías” tener o hacer para ser trending topic y que miles de followers te sigan -y así conseguir «ser alguien» en esta Vida-, o cómo deberías sentirte, vestir, trabajar, peinarte, pensar, comer, colocarte para la foto, sacar a tu perro, limpiar el horno, crear un superventas o dejar de ser charcutero para convertirte en un instagramer rompedor. Pero ninguno de ellos será capaz de enseñarte, por muchos trucos, pasos y reglas que te hagan seguir, cómo lidiar con el quebradero de cabeza que genera decirle no a alguien que espera que sigas obedeciendo sus reglas.

Decir no puede resultar tan rompedor como para conseguir romper cadenas. Suena liberador, pero ojito con lo que haces con ellas. Quien no supo decir no fuiste tú. De tu mano vino la decisión de quedarte encadenado a ellas, así que ahora no trates de herir a quienes te trataron como el esclavo que creíste ser. No hieras. No busques recompensa.

Tan solo date la Oportunidad de Vivir sin ellas. Déjate bailar. Sonríe. Crea. Vuela. Conoce nuevos lugares. Pisa fuerte. Relaja. Navega. Hazte oír. Da vueltas. Pisa charcos. Todos los que quieras. Pide. Espera. Comparte. Descojónate de la risa mientras lloras. Cáete. Vuélvete a caer. Y levanta. Levántate siempre. Ten paciencia. Déjate abrazar. Abraza a cualquiera. Canta bajo la ducha. Hazlo también mientras contemplas estrellas. Date la Oportunidad de hacer cuanto quieras. No busques excusas. No te creas reducido a ellas.

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