Hay virtudes que son una delicia. La fuerza y el coraje son dos de ellas. Las personas que las muestran siempre me han parecido admirables. Son dos palabras grandes, saben a victoria. Invitan a la reconquista.
Es súper chulo encontrarte con personas que hacen gala de ellas. Parecen superhéroes. Yo creo que hasta se les puede ver la capa entre la ropa. Fíjate bien.
Ser fuerte es muy guay, pero es que tener coraje ya es la hostia. Me entristece cuando veo a gente que me dice que no es fuerte. Creo que se lo creen, pero no tienen el coraje de descubrir cuánta mentira encierran en esa creencia.
Yo creo que todos somos fuertes, fíjate. Lo que nos pasa es que no nos damos cuenta de ello, nos cuesta verlo porque pensar en nuestra fortaleza da un vértigo atronador. Si a eso le sumamos que no nos apetece nada pasar por situaciones que nos hagan sacar la fuerza de paseo y ponerla encima del tablero, ya tenemos el tándem perfecto para sentirnos mucho más pequeños de lo que Somos en realidad.
He visto fortalezas que me han dejado atónita mientras “el fuerte” que me las contaba se secaba las lágrimas. Y es que la fortaleza le da la mano a la debilidad. Nuestra debilidad la ensalza, la hace brillar mucho más. Quien no se siente vulnerable aún no ha llegado a Ver lo que tiene que Ver. Ni de sí mismo ni de lo que le rodea. La vulnerabilidad es la antesala de la fortaleza.
No conozco mucha gente que tenga ganas de sentirse vulnerable, la verdad. Conozco mucha más con ganas de sentirse muy fuerte y tener tanto coraje como para creerse invencible y que por invencible le quieran los demás, porque suena mejor ser conocido por tu fortaleza que por tus debilidades, ¿será que pensamos que quien no da muestra de su vulnerabilidad es porque no la tiene? Vaya usted a saber, lo mismo sí que lo pensamos.
Hace tiempo conocí a un chico que estaba muy enfadado. Relataba todo el rato. Le parecía mal cualquier cosa que nombraba. Incluso las que eran complementarias. Todas estaban mal. Gesticulaba todo el rato y resoplaba a modo de bufido. De eso hace ya más de seis años y después de su última baja por estrés sigue con el mismo relato; el que finaliza siempre con un “pero yo paso, ¡¿eh?!, que a mí esto me la pela”. Me llama mucho la atención escucharle. Creo que no es consciente de lo antagónico y chirriante que resulta su mensaje.
Puede que este muchacho sea uno de esos a los que le parece muy importante eso de parecer fuerte, no lo sé. A veces, decir cosas como “me la pela” puede parecer que te acerca a que sea verdad que te la pele. O lo mismo es que no quiere que le afecten las cosas tanto como le afectan realmente. O que no sepa cómo mirarse a sí mismo con la suficiente honestidad como para Verse.
Y es que eso de ser honesto a veces pica solo un poco, pero otras pica mogollón. Nadie encuentra en la honestidad un hobby apasionante. La vemos más bien como un camino cuesta arriba, empedrado y frío que tú recorres descalzo y pisando todos y cada uno de sus turbios y profundos charcos. Inspirador, lo que se dice inspirador, no suena, pero no hay que olvidar que caminarNos nos lleva a conocer cada rincón, incluyendo aquellos donde descansa la fuerza.
El coraje, sin embargo, no es tan natural como la fuerza. Fuerza tenemos todos, pero no todos tenemos coraje. La fuerza es innata, podemos decir que Somos fuertes. El coraje no lo Somos, lo tenemos, y al tenerlo podemos hacerlo crecer o convertirlo en algo pequeño. Igual que al miedo.
Me gusta la mezcla de las palabras que has leído en negrita. Creo que van de la mano. Son amigas.
HONESTIDAD, VULNERABILIDAD, CORAJE Y FUERZA.
Son palabras bonitas. Virtudes que muestran Vida.
¿Alguna vez te has encontrado con personas que hagan gala de ellas? Yo sí, muchas. Cada vez más. Tengo la suerte de que la Vida me las planta delante para que Aprenda qué es eso tan puro, tan dulce, tan tierno, tan vibrante y tan Vivo de Vivir.
Ellas me enseñan lo pequeñitas que son las grandes cosas.
Nuestra Vida es el resultado de cómo la entendemos. Me he dado cuenta de eso. Y sé que tú lo habrás pensado mil veces también, pero yo no me refiero a esa forma de pensarlo, a la que “lo entiende”. Me refiero a la que lo Sabe al latirlo, a la que traslada al corazón lo que durante años se alojó únicamente en nuestra cabeza y en cabezones nos convirtió.
Aquellos que se han sentido vulnerables alguna vez saben bien de lo que hablo porque la vulnerabilidad te acerca a ese espacio, al del corazón. Abre caminos y rompe cadenas. Une personas, las conecta, las hila…
Y es que aprender a reconocer nuestra vulnerabilidad, a Aceptarla y a Amarla debería ser una materia obligatoria en la escuela.
Querámonos con ella, sintámonos vulnerables, ¿por qué no?, ¿qué hay de malo?
¿Acaso tenemos algo malo en algún lugar? O es que simplemente lo que Vemos no nos gusta…
Hoy me apetece quitarme el sombrero frente a los que caminan por su vulnerabilidad sin distracción, indagándola. A los que no buscan entenderla, ni justificarla, ni explicarla, ni rechazarla, ni quejarse de ella. Hoy busco reconocer a mis vulnerables, esos a los que tengo la inmensa suerte de poder acercarme, los que me regalan sus confesiones, sus abrazos, sus miradas. Los que me acercan a la magia en la que Viven con cada una de sus palabras. Los que te demuestran que incluso cuando sientes que el cuerpo se apaga, se puede disfrutar del fuego del Alma.
Gracias por permitirme Aprenderos, chicos.
De todo Corazón… Gracias, Gracias, Gracias.