Te invito a una ronda

 

Te invito a una ronda

Quedé con Juanjo un poco antes que con los demás. Queríamos conocernos, saber de nosotros algo más que nuestro nombre y ocupación; añadir algún otro reflejo a los poquitos que dejamos ver de nuestras respectivas Vidas en aquel «Death Cafe» celebrado para hablar sobre lo que la muerte nos permite Aprender de la Vida.

A la hora prevista llegué al bar donde habíamos quedado. Una primera sonrisa me dio la bienvenida.

El tiempo vuela cuando tienes delante a alguien que se transparenta. Hablamos con curiosidad de lo que habíamos hecho, charlamos sobre nuestra historia previa a aquel momento en el que dos perfectos desconocidos dejaban de serlo. Podría decir que en ese bar, al lado de un té, comencé a admirarle, pero no sería la verdad. Lo hice mucho antes, en aquel café compartido con extraños hablando sobre la muerte.

A las siete y cuarto había quedado con los demás en la puerta de la Librería “El Olor de la Lluvia”. Me hubiese encantado seguir charlando con Juanjo en aquel bar que me supo a “bienvenido a mi Vida”, pero el tiempo no pensaba igual que yo y nos tocó aplazar nuestra charleta para algún otro momento.

Justo antes de salir de allí llegó Alfredo, mi marido. Una persona que me regaló el cielo porque sí. A veces digo de coña –pero un poco en serio- que en alguna Vida anterior debí hacer algo muy bueno, porque si no… francamente, no lo entiendo. Alfredo es pura inspiración a mirar hacia adentro, a dejarme sentir sin juzgarme por ello. Es un gran Compañero. Un bastión fuerte, sereno, conmovedor, divertido y tierno.

Juntos salimos de aquel bar y encaramos la calle hasta llegar a «El Olor de la Lluvia».

El motivo que nos llevó a aquella Librería -cuyo nombre ya me inspira- fue la invitación de Rocío Macías para hablar sobre el miedo. Y el miedo nos sirvió de motivo para crear y compartir un momento de Encuentro, de dejarnos sentir, de charlar sobre cuánto miedo da tener miedo o de lo pequeños que nos hace sentir. Rocío tiene una forma tan serena, tan calmada, y tan bonita de hablar sobre eso, que bien merecía la Alegría aquel momento. Tengo la sensación de que esta muchacha, en algún momento de su Vida, decidió que fuese su Alma la que le diese voz a sus palabras.

El quid de aquella cuestión que nos juntaba, la llave real que me llevó a ese momento compartido, fue el resultado sumatorio de varios elementos, pero lo que realmente arrancó en mí un “yo voy” fue el nombre del Encuentro: “El Arte de Ser y Vivir en cada intento”. Su titular, intensidad, y la potencia que le intuía, me llevaron a sumergirme en El Olor de la Lluvia.

Minutos después de las siete y cuarto enfilamos la calle de la Librería. En la acera esperaba Esther, la dulzura y la determinación dándose la mano y convirtiéndose en mujer y Verónica, mi Vero… Vero tiene una sonrisa tan, pero tan bonita… Es tan Vida, tan intensa, tan Verdad… Es tan Ella en todo lo que hace… que solo intuirla me inspira.

-“Toma, esto es para ti, Gema”-. Y en ese momento me quedé sin palabras.

¿Cómo un ramo de mimosas puede generar emociones tan bonitas? Es verdad que no es lo que se regala lo que te hace sentir. Lo que lo hace posible es saberte incluida en la Vida de quien te lo entrega. Es saber que una parte de su Almita va en ese olor tan amarillo, tan intenso y tan sentido. No es lo que se te da, son las manos y el corazón que se le pone a un momento en el que te haces presente en la Vida de otra persona aunque no estés físicamente.

¿Qué tendrá el Alma de mi Amiga para dejarse intuir así? Es que esta mujer es capaz de mostrarla en cada cosa que toca. Es tan bonita…

Entramos a la Librería y mi enriquecimiento continuó en “modo on”. Allí me encontré con Carol, Diana y María… ¡Casi ná! Qué bonito resulta mirar a las personas que tienes delante y sentirte agradecida de que estén ahí, que se amplíe tu sonrisa al disfrutar de las suyas, que te sientas orgullosa de su valentía, de su potencia, de su capacidad para superar obstáculos grandes sin sucumbir a caer presa del cansancio, del miedo o de la resignación. Qué lindo mirar a quien tienes delante sintiéndote igual de temeroso, de dubitativo y de capaz. Qué potente encontrar ejemplos de personas que se crecen ante la adversidad. Qué suerte la mía. Qué suerte, de verdad.

Eran casi las siete y media y aún andábamos con presentaciones. La entrada de la Librería se había convertido en un lugar de Reencuentro para unos y de primer Encuentro para otros. Besos y abrazos. Sonrisas. Podía sentir cómo se creaba calor de hogar entre tanta gente linda.

Las presentaciones se convirtieron en un baile de nombres, caras y pequeñas palabras. Entre ellas, escuché mi nombre: -¡Gema!-. Era Rocío. Nos fundimos en un abrazo bonito, de los que se pillan con ganas, y después arrancamos una nueva ronda de nombres de la gente grande que me acompañaba.

Hubo un rato de las presentaciones en el que perdí de vista a Juanjo, pero al rato le vi en el mostrador comprando algo.

Tras ponernos todos nombre y cruzar algunas sonrisas, decidimos meternos para adentro, tocaba hablar sobre el miedo. De camino al fondo de la librería, Juanjo se me puso delante y me entregó algo. Era un libro. “Biografía del Silencio”, de Pablo d´Ors. En nuestro ratito previo de desCubrimiento, delante de un té, me dijo que tenía que leerlo y decidió que aquel 17 de enero era el momento perfecto para hacerlo caer en mis manos. Su primera hoja me regaló palabras a boli, deseos hermosos mostrados en letras escritas. Y yo, de nuevo, me quedé sin saber qué decir, sólo me salía darle las GRACIAS.

… Y de ese momento en el que el Agradecimiento me inundó nace la entrada de hoy. Estas palabras son un reflejo de lo que a mí me gusta llamar “pequeña ronda de Agradecimientos” y me gustaría invitarte a que tú también la hagas. Da un repaso a las personas que te inspiran a Vivir. Dedícale un rato a sentir a qué le da tu Corazón las Gracias. Siente el Agradecimiento que surge de inyectarle Vida a cada uno de tus Nuevos Dias. Déjate Ser. Haz lo que Eres, no solo lo que piensas o crees. Mira a quien tienes delante dispuesto a Aprender sobre ti. Permítete reflejarte. Ábrete a sentir cómo, si te permites hacerlo, nacen de forma natural las ganas de compartir una ronda de te quiero, de Gracias o de te echo de menos. Y si no te conformas con sentirlo y decides llevarlo adelante y compartirlo, dale… Saca boli y papel, usa el teléfono, compra mimosas o la biografía del silencio, cualquier cosa que se te ocurra estará bien, llama al timbre de tu vecino o quédate a solas contigo, habitando el lugar desde el que nace tu Agradecimiento más sincero y AgradéceTe también.

Yo comencé a hacer esto poco antes de que me operasen del aneurisma cerebral. De repente, necesité decirle a mi gente que les quería, que daba Gracias por que formasen parte de mi Vida. Quería dejarles claro lo mucho que significaban para mí. Fue mi miedo a que la muerte me callase para siempre lo que dio origen a las “rondas de Gracias, te quiero, o te echo de menos”. Durante demasiado tiempo me creí que el miedo tenía la capacidad de callar al corazón. Duro pero cierto.

Y ahora, fíjate tú qué cosas, escribo invitándote a que le des voz a lo que te dicte el corazón. No es necesario encontrarse con un diagnóstico de los que te dejan tiritando para decirle Gracias a la persona que tienes al lado, no, no lo es. Queremos creer que no hace falta decir te quiero o dar las Gracias porque pensamos que el otro ya lo sabe o se lo imagina, pero la realidad es que no decir algo que sientes -cuando lo sientes- termina haciendo herida a quien lo calla y produce anhelo en quien lo inspira.

No esperes a que sea el miedo a que te calle la muerte lo que te haga hablarle con ganas a la Vida. Sucumbe antes. Déjate sentir. Hazte una ronda de palabras sentidas sin buscar que sean entendidas, devueltas o aplaudidas. Dota de Sentido a las que carezcan de razón y calla aquellas que hieran queriendo apoyarse en el miedo y el dolor. Eso sí, procura no perderlas de vista, pues ellas también te muestran partes de tu Vida.

En breve vas a terminar de leer este post, así que déjame que haga una rondita de despedida (por hoy…)

GRACIAS a las personas que aparecéis en mi Vida. A todas. A todas y cada una. A mi vecino porculero también. Y a los que alguna vez me parecieron verdaderos hijos de puta. A los que creen que me enseñan mucho y a los que, sin saberlo, más me permiten Aprender. GRACIAS a quienes sonríen entre lágrimas y a los que lloran de la risa. A los tristes. A los fuertes. A los quejicas. A cualquiera que refleje Vida. Y muerte también. A quien se deja pisar por creerse menos. A quien pisa creyéndose más. A quien reza esperanzado y a quien mueve el culo sin esperar nada a cambio. A quien lee esto y a quien lo inspira. A quien me acompaña. Al que baila al compás de la melodía existente y al que se le da de pena seguir cualquier ritmo que él mismo no cree. A cualquiera que se mueva… y al que se queda quieto también. GRACIAS al que chilla y al que calla, a ambos por lo que me permiten Aprender. A quienes hacen que sumen los días y a quien invita a que la Vida asome a través de una sonrisa. GRACIAS al que cree y al que duda. A todos los que se paralizan ante el miedo y a los valientes que lo abrazan también. A aquel al que le mueve la codicia y a quien que no siente el apego. A quien sueña y al propio sueño. A quien despierta y a quien se siente incapaz de llegar a hacerlo. A quien crea espacios y Encuentros. A quien regala mimosas que saben a te quiero y a quien me invita a que, en mi propia Biografía, también encuentre Silencio.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Carolina Lopez dice:

    Maravilloso, que bonito escribes!!!
    Gracias!!

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  2. Mariví dice:

    ¡¡¡Gracias!!!

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