El Tercer Acuerdo

“No hagas suposiciones”

Hacemos suposiciones porque no tenemos el valor de preguntar. Pensamos que aquello que suponemos es cierto y empezamos a sentir dejando nuestras emociones a merced de nuestras suposiciones. Tenemos la necesidad de sentirnos seguros ante cualquier circunstancia y para eso necesitamos tener toda la información; si nos es imposible completarla…directamente nos la inventamos. A eso le añadimos que suponemos  que los demás también deberían de suponernos y esperamos que hagan todo aquello que nosotros necesitamos sin necesidad de pedirles nada. Suponemos que ellos lo supondrán… Todo esto, así leído… ¿no suena a algo propio de un mundo de locos?, ¿habéis sido alguna vez ciudadanos de ese lugar? Yo lo soy muchas veces.

Cuando me paro a dedicarle un ratín a reconocerme en todas esas situaciones en las que me creo a pies juntillas lo que mi imaginación crea, veo a un títere manipulado en unas ocasiones por el miedo y en otras por la esperanza de que aquello que supongo como cierto, se convierta en realidad.

Llevo un tiempo consiguiendo ser consciente de que hago suposiciones automáticamente en muchos momentos de mi vida y, desde esa aceptación de saber que estoy suponiendo, comienzo a plantearme si es verdad aquello que me estoy creyendo. Si a esto le sumo que de vez en cuando me pregunto para qué estoy dando por ciertas algunas cosas que son simplemente imaginaciones, ya tengo una herramienta más para ir redescubriendo partes de mí. Si os apetece, intentad poner vuestra atención en todas vuestras suposiciones y preguntaos para qué estáis creyéndoos eso que os imagináis. Hacedlo tan solo durante o un día, un día de esos en los que te da por ponerte a prueba…puede que os descubráis haciéndolo en más ocasiones de las que imagináis y que el contestaros a ese “¿para qué?”, os dé información interesante sobre cómo organizáis vuestros pensamientos.

¿Conocéis a alguien que no haga suposiciones?, ¿sois capaces de no hacerlas? En mi caso contesto con un no a ambas preguntas, pero es verdad que darme cuenta de que las tenía más interiorizadas de lo que pensaba y el haber disfrutado de los beneficios de trabajar sobre ellas para identificarlas como la imaginación que realmente son, me animan a comprometerme en trabajar en mi día a día para conseguir decir un “yo no hago suposiciones”.

Entre las muchas ventajas que he descubierto en eso de no creerme lo que me estoy imaginando, encuentro como la principal de ellas el hecho de que me evita muchos sufrimientos. Ha habido veces en mi vida en las que me he sentido presa de un miedo atroz y me he visto inventando mil y un aconteceres terroríficos que, aunque me los estaba imaginando, mi organismo reaccionaba con la misma intensidad que si los estuviese viviendo de verdad. Una de las veces que vi esto con mayor claridad fue cuando me diagnosticaron el aneurisma que tenía en la cabeza, en ese momento me instalé por completo en las suposiciones, pero además lo hice en las más terroríficas y desesperanzadoras. El sufrimiento que viví durante las horas que me duró esa sensación fue muy duro, pero tuve la suerte de darme cuenta de que lo mejor que podía hacer era ocuparme de informarme sobre lo que se podía hacer para intentar ponerle solución en lugar de quedarme instalada en esa terrible preocupación a la que me llevaba el hacer suposiciones. (Si te apetece leer un poquito más sobre el diagnóstico, pincha aquí)

Otra cosita que me parece muy, pero que muy interesante sobre esto de las suposiciones es lo que ocurre cuando entra a jugar otro participante más en el juego ese de creerte lo que te estás inventando. ¿Os ha pasado alguna vez eso de que tú supones que el otro debe suponer eso que tú quieres que él haga porque supones que ya te conoce lo suficiente como para que sepa qué es lo que tú necesitas sin que haga falta decírselo? Es posible que tengáis que leer de nuevo la pregunta para entender algo tan enrevesado. Mi contestación a esta cuestión tan fanganosa es un rotundo sí y, aunque sé que todavía lo hago en algunas ocasiones, también reconozco que, a base de irlo trabajando, voy haciéndolo cada vez menos.

La frase con la que abro esta reflexión sobre el Tercer Acuerdo tiene, para mí, una de las claves para saber por qué hago suposiciones y es porque no tengo el valor de preguntar. Si no pregunto, no me arriesgo a que me contesten algo que yo realmente no quiero oír, me alejo de la exposición a la que tendría que enfrentarme si quizás esa persona me dice esas cosas tan feas que yo me puedo estar imaginando, pero que en algún lado de mi cabeza, albergo la esperanza de que no sean del todo ciertas. Otra de las cuestiones que creo que me lleva a imaginarme aquello que desconozco es la necesidad de darle un sentido completo a todo lo que pasa a mi alrededor, así que si no soy capaz de saber algo porque no dispongo de la información suficiente, directamente la doy por sabida en base a experiencias anteriores que se puedan parecer a esa que estoy viviendo o porque imagino que la persona que está llevando a cabo eso que yo estoy suponiendo, lo hace bajo mi forma de entender la vida y entonces le doy una lógica aplastante a todos los por qués que soy capaz de explicarme gracias a todo eso que me estoy inventando. Así, tal cual… me estoy inventando un montón de cosas y me las estoy creyendo hasta tal punto que durante muchos años de mi vida he sido capaz de llegar a enfadarme porque me ha parecido fatal lo que otra persona hizo. En lugar de preguntarle ¿por qué?, me quedaba reconcomiéndome en el dolor que me provocaba el imaginarme las causas.

El ser consciente de mis suposiciones también me ha llevado a mejorar mis relaciones con los demás, ya que, si me descubro imaginando los por qués, me planteo para qué quiero saberlos y eso me ayuda a darme cuenta de que lo único que estoy buscando es conseguir entender una actitud que, si soy sincera, no necesito comprender por muy acostumbrada que esté a hacerlo.

Aquellos que hayáis leído sobre los otros Acuerdos, podréis ver la relación que va apareciendo entre ellos y todo lo que el ponerlos en práctica puede ir aportando a nuestra forma de pasar por la vida. Vamos a recordarlos: 1.“Sé impecable con tus palabras”: ese es el Primer Acuerdo; es el que nos invita a no hacer nada que vaya en contra de nosotros mismos (si te apetece leer más sobre este Acuerdo, pincha aquí). 2. “No te tomes nada personalmente”: una Segunda herramienta en forma de Acuerdo que es muy efectiva para recordarnos que todo lo que vemos en aquello que nos rodea tiene mucho más que ver con nosotros mismos que con lo que está siendo observado (si quieres saber un poquito más sobre este Acuerdo, pincha aquí). 3. Mi forma de entender lo que leí sobre el Tercer Acuerdo es esta que hoy comparto con vosotros y os adelanto que el Cuarto y último de los Acuerdos tiene como sugerente título “Haz siempre lo máximo que puedas”.

¿Os animáis a ir poniendo en práctica alguno de los tres primeros? Si es así…bienvenidos al apasionante mundo de redescubrirse a uno mismo. Disfrutad del camino.

3 Comentarios Agrega el tuyo

  1. namibiartz dice:

    Estoy totalmente de acuerdo contigo, sobre todo en el punto en el que dices: «hago suposiciones automáticamente en muchos momentos de mi vida y, desde esa aceptación de saber que estoy suponiendo, comienzo a plantearme si es verdad aquello que me estoy creyendo. » y como se suele decir, para muestra un botón … No hay nada como ponerte una pequeña bolita de papel albal en tu mesa y ya entonces tu empezar a dejar volar tu imaginación. Muakkkk, me encanta tu tercer acuerdo y pienso volver a leerlo para empezar a trabajar esa forma que tenemos prácticamente todo el mundo de suponer.

    Me gusta

  2. Diego Pérez dice:

    Muy interesante este acuerdo.

    El subconsciente es muy malo, por no calificarle con otra palabra, estoy totalmente de acuerdo. Y aporto como reflexión lo siguiente… «Nos pasamos el 90 por ciento del tiempo suponiendo cosas que en el 90 por ciento de las veces no suceden.

    Me gusta

  3. Monica dice:

    Me acabo de descubrir suponiendo…….

    Me gusta

Deja un comentario