Amigas para siempre

Recuerdo perfectamente mi primer día de cole: el madrugón, los nervios, los tirones de pelo para que la coleta quedase perfecta, el olor a colonia infantil, mi falda rosa de volantes…

Aquel día pasó,  y los nervios ante los inicios se convirtieron en otros ante exámenes o actuaciones de baile. El nombre de mi colonia pasó de ser Nenuco a Chispas o Don Algodón, y aquella preciosa minifalda rosa que vestí en mi primer día de colegio se quedó sin lugar en un armario adaptado a su tiempo.

El C.P.C. Zaragoza fue el destino de muchas caminatas con las sábanas aún marcadas en la piel. También fue la excusa perfecta para que mis hermanos y yo fuésemos recogiendo a nuestros amigos aprovechando la ruta hacia el cole y, a día de hoy, es el origen desde el que nacen muchos de mis recuerdos. Gracias a él se cruzaron vidas y, 36 años después, tengo la suerte de que algunas de ellas sigan formando parte de la mía.

Raquel, Emma, Marga, Carmen, Rebeca, Helena, Paloma y Pilar son los nombres de algunas de las personas que la EGB me regaló.

Tras 11 años en el Zaragoza, terminé 8º. El paso al instituto me hizo perder el contacto con algunas de ellas, pero, gracias a ese maravilloso invento de las redes sociales y al esfuerzo de algún compañero nostálgico, nos volvimos a encontrar. De ese reencuentro han pasado ya algunos años y, desde entonces, de vez en cuando, nos olvidamos de los kilómetros que nos separan y organizamos alguna escapadita para ponernos al día, recordar momentos gloriosos de nuestra época discipular de la EGB, y pasar un buen rato a base de historias e ideas de lo más variopintas.

La última de nuestras quedadas tuvo como origen-excusa un concierto de Cadena 100 a favor de la investigación contra el cáncer de mama. La fecha en la que se celebraba era el 22 de octubre y la hora para quedar las seis de la tarde, pero, como nos suele ocurrir, una cosa nos llevó a la otra, y terminamos organizando todo un fin de semana de momentos para compartir.

Fue Carmen, una de las del grupito de «Momentazos infantiles alargados a la adolescencia e incrementados en nuestra madurez», quien nos planteó la idea. Desde el principio vi que pintaba muy bien la propuesta, y no solo por ir con mis amigas de concierto, sino por compartir con ellas todo lo que esa lucha contra la enfermedad conlleva.

Recuerdo el día en el que Carmen me dijo que tenía cáncer, en sus palabras pude sentir la fuerza que asomaba por encima del cansancio del tratamiento y los miedos ante la enfermedad, y esa misma fuerza fue la que nos regaló el sábado pasado mientras escuchábamos una de las canciones dedicadas a la lucha. No puedo evitar, mientras escribo estas palabras, emocionarme ante esa valentía que he visto también en otras personas ante la enfermedad que a todos nos toca tan de cerca.

Gracias, Carmen, me encanta cómo iluminas la vida con tu sonrisa.

Creo que en los instantes como el que viví con mi amiga del cole en aquel concierto reside la base y la pureza de la comunicación… en entendernos más allá de las palabras.

Las emociones que compartí el pasado fin de semana fueron especiales, y mucho. Puede que lo que me haya llevado a escribir sobre lo que mis amigas del cole me hacen sentir haya tenido su origen en el profundo orgullo que me envolvió cuando vi a Carmen sonriendo entre lágrimas, pero la verdad es que, gracias a ese batiburrillo emocional, me ha dado por mirar nuestras fotos desde los ojos del agradecimiento y he descubierto lo enormemente orgullosa y que me siento de todas y cada una de ellas.

A través de ese viaje entre los recuerdos he visto cuántas historias compartidas han sido el motivo perfecto para no parar de reír, pero he viajado también entre otras muchas que han hecho encogerse a ese corazoncito que nuestra amistad nos permite tener compartido.

Aquí no voy a pormenorizar los detalles de sus vidas, pero sí que me voy a permitir decir que no han sido sencillas, que muchas veces el camino se les ha embarrado, pero siempre han conseguido limpiar sus botas  para continuar por el sendero. Son un hermoso ejemplo de superación, fuerza, determinación, compromiso, honestidad y valentía.

Ellas son una muestra más de que la Fortaleza nace cuando le damos a nuestra Vida la oportunidad de ser vivida.

Pilar, Paloma, Helena, Rebeca, Carmen, Marga, Emma y Raquel… GRACIAS.

Gracias por todo lo que me ayudáis a ver, por nuestros momentos de infancia, adolescencia y madurez. Espero que la vida me permita teneros cerquita también en la vejez.

Con mi más profunda admiración y un sincero agradecimiento,

Vuestra Amiga para siempre.

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