Soñarlo sabe a poco

Nos solemos conformar con desear que nuestros sueños se conviertan en realidad.

Cuando queremos que a alguien le llegue lo mejor que le pueda ofrecer la vida, nos encanta soltarle un “deseo que tus sueños se hagan realidad”. Nos parece que si estos se tornan tangibles alcanzaremos la felicidad.

Soñar es acercarse a la ilusión y a la fantasía. Soñar es permitirse elucubrar con ideas que pasadas por el filtro de la razón pueden parecernos totalmente descabelladas, pero que nos resultan enormemente placenteras, casi mágicas. En nuestros sueños nos sentimos capaces de franquear el miedo que en nuestro día a día no nos es posible superar. Gracias a que los tenemos, podemos jugar con la idea de poder disfrutar de lo que a día de hoy nos parece imposible o francamente complicado conseguir y nos imaginamos viviendo una vida de felicidad que no experimentamos en nuestra vida real.

Eso es soñar… ilusionarse con alcanzar algo que, en el momento que lo soñamos, no es real.

Los sueños tienen tantas formas y colores distintos como personas que se atreven a soñar, y el número de sueños se eleva a un exponente tan grande como el número de veces que cada uno de nosotros nos permitimos hacerlo. Imagínalo por un momento, piensa en cuántos sueños están ahí, siendo sueños sin más, y cuántos de ellos nunca dejarán de serlo. Piensa en cuántos “no puedo” irán cogidos de la mano de los sueños por alcanzar, y cuántas veces veremos todo lo que nos hace dudar de poder acceder a ellos antes que a nuestra verdadera capacidad de convertirlos en realidad.

Dicen que soñar es gratis, y yo creo que es verdad. No cuesta nada, así que, cuando lo hacemos, lo hacemos a lo grande, ¡para qué escatimar! Soñamos con tener una salud de roble, una vida cargada de buenos momentos y que, además, sean compartidos con quien nosotros elijamos y no con quienes ahora nos sentimos obligados a estar, soñamos con disponer de cosas que conviertan nuestro día a día en la máxima expresión de la facilidad y, sobre todo, soñamos con dejar el sufrimiento a un lado, con no volverlo a experimentar.

Dicen que soñar es gratis, y yo creo que es verdad y también creo que en la facilidad que tenemos para ver lo que soñamos como algo imposible de alcanzar reside su gratuidad. Nuestros sueños se alimentan de lo que nos llega a ilusionar, pero lo saboreamos tan solo cuando estamos dormidos, y dormir no es actuar. Dormir es tan solo abrir la puerta por la que nuestros sueños se consiguen asomar – nada menos – y nada más.

A veces lo que soñamos tiene que ver con sentirnos capaces de cambiar sin importarnos que no lo hagan las circunstancias que a día de hoy nos repatean las entrañas, y hay otras en las que nuestros sueños se alejan de nuestra responsabilidad y deciden enfocarse en lo que creemos que “los otros” o “las circunstancias” deberían cambiar. Me resulta muy curioso soñar así, supeditando mi felicidad a que cambie aquello que ahora mismo está como está, y además, hacerlo sin saber ni tan siquiera si quienes «deberían hacerlo» se lo llegan a plantear, o si, en caso de hacerlo, lo harían hasta tal punto que a mí me llegase a encajar con lo que sueño como ideal. Puede parecer un poco lioso lo que acabo de escribir, pero me gusta descubrirlo porque me invita a mirar hacia dónde dirijo mi foco de atención. Si lo enfoco en el cambio que necesito de los otros o de las circunstancias para alcanzar mi felicidad, siempre tendré la opción de conformarme con soñar, pero si lo posiciono sobre mí, la perspectiva cambia, me siento capaz de despertarme y comenzar a actuar para tratar de convertir mi sueño en realidad. Puede que soñarlo me guste, pero me sabe a poco y quiero más.

Hay mucha gente que cree en sí misma y hay a quienes les cuesta más, pero creo que incluso a los que les parece más complicado sentirse capaces de emprender nuevos caminos para convertir sus sueños en realidad, pueden reconocerse en muchos momentos de sus vidas en los que  se han sentido capaces de hacerlo. Piensa cuántas veces tomamos decisiones en nuestra vida encaminadas a cumplirlos… elegimos estudios, amigos, pareja, casa o el país en el que queremos vivir, y en cada una de estas decisiones buscamos acercarnos a nuestro sueño principal: la felicidad.

Cuando nos conformamos con soñar nuestra Vida y no tratar de convertirla en realidad, no nos damos la oportunidad de vivirla de verdad. Si nos resignamos a pensar en ella como una mera fantasía que nunca llegaremos a alcanzar, jamás nos plantearemos la posibilidad de dar un paso al frente y emprender nuevos caminos.

Soñar sirve para ilusionarnos, pero también nos ofrece una gran oportunidad: la de dejar a un lado su carácter ilusorio e irreal y utilizar lo que soñamos para convertirlo en algo más que un simple anhelo y Crear, a partir de él,  la motivación necesaria para Comprometernos en acceder a lo mejor de nosotros mismos. Así nos acercamos a que nuestros sueños se conviertan en realidad.

Comprometerse supone dejar de soñar, despertarse y ponerse a funcionar, y muchas veces no estamos dispuestos a dejar de hacerlo, así que lo dejamos estar y volvemos a colocar a nuestro anhelo el cartelito de imposible o irreal.

No digo que podamos conseguir cualquier cosa que soñemos. No estoy planteando eso. Lo que sí que hago es invitarte a que mires hacia lo que piensas que te impide hacerlo con la suficiente honestidad como para Verlo.

Hacerlo no es sencillo, te hace entrar en conflicto con lo que toda la vida has sabido pensar, así que trata de Verlo, no de luchar contra ello. Esto no va de perder o ganar. Va solo de Ver lo que ya está pasando, los pensamientos, las emociones, las creencias y todo aquello que te acompaña cuando te sientes incapaz de convertir tu sueño en realidad.

Cuando te permites ser consciente de los mecanismos que te llevan a pensar y a sentir como lo haces, también te das cuenta de que ésa tan solo es una opción de hacerlo entre otras mil posibilidades más. Aprendes que tu forma de sentir y de pensar está basada en creencias que están implantadas en ti y que se basan, a su vez, en las que tienen otros, ya sean tus padres, tus amigos, o todos los coetáneos con los que te puedas cruzar. Todos absorbemos la forma en la que nuestra sociedad y nuestro entorno se desarrolla, la hacemos nuestra y tratamos de encajar nuestra vida en ella, de amoldar nuestra forma original a ésa porque es “la que debe de ser”, la que encaja en los parámetros que hemos ido estableciendo, pero se nos olvida que, al hacerlo, corremos el riesgo de darnos cuenta de que lo que hacemos no es lo que nos gustaría estar haciendo y es entonces cuando la realidad que vivimos nos empuja a soñar con aquello que no tenemos y de lo que nos gustaría disfrutar.

Concédete el permiso para soñar y descubrirte en lo soñado, para apoyarte en lo que ellos te muestren de ti y dejar de sentirte como alguien incapaz de alcanzarlos. Puede que así descubras que, aunque la Vida sea sueño, tú siempre serás quien decida si los sueños… sueños son.

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Un comentario Agrega el tuyo

  1. Maribel dice:

    Como siempre Gemita me sigues sorprendiendo , muchas gracias, me encanta ,
    Un besito

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