Momentum

Esta palabra de origen latino significa movimiento. Fue usada por Newton para estudiar y describir el movimiento de un objeto al que, tras un impulso inicial, no se le interpusiese ningún tipo de resistencia, ni tan siquiera la que ejerce la atracción de la tierra, es decir, con gravedad cero. Tras este experimento, quedó demostrado que, en caso de darse esas circunstancias, el movimiento del objeto es siempre constante, no llega a parar nunca ni modifica su velocidad, simplemente continúa su camino por inercia.

Me parece curiosa la similitud que encuentro entre esta teoría y la que vivo en mi propia piel. Obviamente no soy un objeto inerte al que se le da un impulso inicial y se deja a la deriva, pero muchas veces he sentido (y siento) que sigo el camino por inercia. Creo que simplemente lo hago porque me parece mucho más sencillo hacer lo mismo de siempre que ponerme a modificar conductas y pautas en las que llevo instalada mucho tiempo. Puede que aquellos aspectos que dejo a la deriva no los considere lo suficientemente importantes como para afrontarlos con la suficiente fuerza, o quizás sea algo más cercano a la pereza lo que me acerca a la inercia y me aleja del cambio de rumbo. La verdad es que según me planteo distintos aspectos que me gustaría cambiar de mi día a día, me vienen a la cabeza mil excusas con las que justifico lo de quedarme en “modo pachorrona” en lugar de levantar el culo del asiento y avanzar hacia un nuevo objetivo.

Pensando en esta coincidencia entre la teoría Newtoniana y la forma en la que vivo, me ha dado por buscar la definición de inercia. Mirad lo que aparece…

  1. Incapacidad que tienen los cuerpos de modificar por sí mismos el estado de reposo o movimiento en que se encuentran.
  2. Falta de energía física o moral.

Personalmente, me identifico más en la segunda acepción, pero le añadiría algún matiz. Me quedaría con algo parecido a esto…

Inercia: “Creencia que te aborrega lo suficiente como para creerte que cuando tú naciste, se les pasó por alto ponerte la energía necesaria para iniciar esos cambios que tanto dices que quieres y necesitas pero que ves taaaaaaaannnnn lejos, que crees que es imposible que tú llegues a ellos.”

Esta definición (propia, pero muy extendida en la creencia popular) sería, bajo mi punto de vista, la acepción más cercana a mi forma de entender la inercia en la que me instalo a veces: el creer que me faltan recursos para llevar adelante los cambios que quiero en mi vida. Debe de ser que pienso que me vendrán solos.

Cuando comienzo a pensar en todas las cosas que he llevado adelante dejando a un lado esa inercia inicial, me veo fuerte, constante, motivada, coherente, ilusionada… pero, sobre todo, me veo Comprometida. Para mí el Compromiso es la clave del cambio y tiene una fiel compañera de viaje: la Fe. Ambos tienen el mismo origen y destino, beben y se alimentan en el mismo lugar.

Intenta acercarte un poquito a esa parte de ti en la que te relacionas con esos dos elementos… si lo haces, te darás cuenta de que esa fuente capaz de nutrirles y llevar adelante el cambio que necesitas tiene un solo nombre: el tuyo.

En el momento en el que estas dos partes tan vitales se instalan en tu forma de vida, la inercia queda fuera de la ecuación. Comienzas a generar por ti mismo la fuerza suficiente como para modificar la velocidad a la que te mueves y la dirección hacia la que te diriges, te conviertes en el motor que impulsa el cambio y utilizas esas dos herramientas como el combustible necesario para llegar al lugar en el que quieres estar en lugar de conformarte con aquel en el que te encuentras.

La Fe es confianza, es saberte capaz de alcanzar tus objetivos más allá del miedo y la incertidumbre; son esos brazos que te rodean desde la calma de saber que todo eso que crees que te falta ya está en ti, que tú no eres carencia, sino abundancia. Os invito a que le dediquéis un ratín a pensar en la cantidad de veces que habéis creído en vosotros más allá de la duda o del miedo; que recordéis todas las ocasiones en las que habéis sido capaces de trascender vuestros límites para crecer o evolucionar, para comenzar nuevas etapas de vuestra vida… ¿no es genial volver a sentir esa sensación de ser el protagonista de la historia? Muchas veces me pregunto por qué nos conformaremos con un papel secundario.

“La Fe es el camino que trasciende los límites de lo razonable y nos lleva al mundo de lo posible”

Mario Alonso Puig

El Compromiso en el que yo creo no tiene nada que ver ni con el objetivo a alcanzar ni con lo que otros puedan creer sobre el nuevo camino que inicias. Para mí tiene que ver con lo que hace que te levantes por la mañana sabiendo que tienes una nueva oportunidad para crecer, para acercarte a tu propia meta; es aquello que te aleja de la comodidad del día a día y te acerca a una nueva forma de caminar por la vida. Tiene que ver con admitir la caída como parte del proceso, con no sentir ira o hastío si al tropezar te hiciste heridas. El Compromiso te lleva a centrar tu atención en tu potencia, no en tus temores ni en las penas. Desde ese lugar en el que te comprometes contigo mismo, y no con la meta a conseguir, eres capaz de aceptar la frustración, el miedo o el desengaño. Puedes lidiar con la incertidumbre o con las palabras de aquellos que buscan alejarte de tu meta desde la Serenidad que te aporta el ser coherente, el encontrar la armonía entre lo que eres, lo que piensas, lo que sientes, lo que dices y lo que haces.

En la teoría Newtoniana, el objeto que se estudia es un cuerpo inerte, carente de voluntad. Ahí es donde, para mí, radica la gran diferencia entre el Momentum que estudió el físico inglés y el que puedo aplicar yo en mi vida, en la Voluntad, que no es otra cosa que el lugar en el que entran a capitanear el barco los dos grandes aliados del cambio de los que os hablo hoy: la Fe y el Compromiso.

Permitidme compartir una bonita coincidencia más…

La única sincronía en la conjugación de los verbos Creer y Crear se produce en el indicativo, en la Primera Persona del singular, la que nos incluye a todos y cada uno de nosotros desde una individualidad compartida, y en el Presente Simple, ese momento único en el que el cambio es posible, ya que ni el futuro ni el pasado forman parte de nuestro aquí y nuestro ahora por mucho que nos cueste aceptarlo. Solo en esa forma verbal es donde se produce el Encuentro entre esos dos grandes verbos que se encargan de conectar nuestros pensamientos y nuestra actitud, que nos acercan a la coherencia entre quienes somos y lo que hacemos o que nos llevan a asumir nuestro camino como un viaje por inercia, carente de voluntad.

En las creencias se encuentra aquello que limita o empodera, sé que soy yo la que elige colocar el foco de atención sobre las dudas y el miedo o ante la potencia de la Fe y desde aquí es desde donde puedo ver ese dulce Encuentro entre verbos; en la Primera Persona, en el Presente… YO CREO.

«Yo creo que no soy mis creencias.

Yo creo que tengo un gran camino por donde avanzar y aprender.

Yo creo que sentiré dudas, miedos, frustración… y también creo que los aceptaré como compañeros de viaje.

Yo creo que esa energía para afrontar los cambios se encuentra dentro de mí aunque haya momentos en los que no sepa encontrarla.

Y también creo que el no saber, nada tiene con el no poder.»

Y desde aquí, comienzo mi Encuentro

» Yo creo una actitud que incorpore la valentía y el arrojo para levantarme siempre una vez más de todas las que me caiga.

Yo creo un botiquín de primeros auxilios en el que la ilusión hacia una anhelada coherencia tenga todos los principios activos necesarios para sanar las heridas profundas.

Yo creo un camino distinto, no digo ni peor ni mejor que el anterior, pero sí más cercano a fijar el rumbo en lugar de continuar por inercia.

Yo creo un Encuentro entre verbos que me acerque a mostrar aquello que soy en lugar de lo que creo ser.

Yo creo mi Compromiso hacia el cambio.»

Y tú… ¿te atreves a caminar hacia tu propio Encuentro?

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