Osadía

Conozco a personas que parecen vivir de la queja. Me da la sensación de que se alimentan de ella. Es duro oírlas hablar, no hacen hueco a su propia valía y tampoco a la de los demás. Las circunstancias mandan y la expresión de sus caras da buena fe de ello: reflejan tristeza, hastío y cansancio, dándole cabida a la resignación como forma de Vida.

Durante mucho tiempo yo también he sido fan de la queja sin acción. Quejarse relaja, y relaja mogollón. Es una forma de dar salida a la presión que se acumula al ver que la Vida no nos da lo que creemos merecer, que la gente de nuestro alrededor se comporta al revés de como debería y que a nosotros no nos queda otra que aguantar lo más erguidos que podamos todos y cada uno de los chaparrones que nos caigan encima. Cuanto menos nos gusta lo que hacen los otros, más nos curramos los insultos que les proferimos. Cuanto más tiempo lo llevemos aguantando, más rabia acumulamos, y, cuanto más víctimas nos sintamos, más dejamos que la resignación se instale en nuestro día a día.

Hace un tiempo descubrí que la Vida no va de sobrevivirla sino de Experimentarla, de permitirnos Vivir cada uno de nuestros días. Desde entonces siento que cualquier momento que estemos viviendo – por muy complicado que sea –   nos ofrece la oportunidad de Descubrirnos en él.

La queja conlleva rechazo. Si lo piensas con un poquito de detenimiento, tratar de huir de lo que sientes y rechazarlo mientras lo estás sintiendo, es realmente agotador. Y si le sumas que cuando somos presas de la resignación ante la Vida, nuestras reservas energéticas suelen estar en límites cercanos al subsuelo, ¿qué sentido tiene salir corriendo si sabes que aquello de lo que huyes va siempre contigo?, ¿realmente crees que tratar de convencerte de que no estás sintiendo lo que sientes es lo mejor para ti? Desde mi punto de vista es poner parches a una rueda de bicicleta. Los primeros pueden sacarte de un apuro inicial, pero cuantos más uses, más complicado será que las ruedas sobre las que te sostienes estén preparadas para afrontar la parte escarpada del camino.

La queja anestesia el dolor, pero la Responsabilidad te lleva a la acción y te permite descubrir y sanar cada una de las heridas que tienes. 

Hay personas con las que hablo que dicen estar hartas de aguantar ciertas cosas y que van a cambiar, pero contemplan el cambio como una ruptura radical con la Vida que han estado llevando –Como el blanco no ha ido bien, prueban el negro. Lógica equidistante.- Ruptura laboral, con la pareja, la ciudad o los amigos… da igual con lo que sea. Quieren romper con lo que consideran el origen de su malestar. De ahí salen los ¡se acabó! y los ¡a tomar por culo!, del agotamiento personal. Cuando pasamos por esos momentos necesitamos creer que si matamos al perro, se acabará la rabia, pero la rabia tan solo esperará a que el siguiente can le dé cobijo.

Hay muchas personas que quieren un cambio en sus vidas e inmediatamente piensan en esa opción para llevarlo a cabo. No digo que esté mal hacerlo así, pero para mí es tan solo una forma de liberar una parte del vapor que se acumula en una olla a presión. Al abrir la válvula de escape, la presión disminuye y tú dejas de sufrirla, pero que no se te olvide que la forma de liberarla es a través de un vapor lo suficientemente caliente como para herir a quien tengas a tu lado, y que soltar una parte de la presión no significa que dejes de crearla, tan solo es una forma de liberarla.

La queja es una forma de expresar aquello que consideramos perjudicial para nosotros o cualquier otra disconformidad entre lo que sucede y lo que “debería” pasar. Pero ojo con ella, no tiene tendencia a decirnos la Verdad, toda la Verdad y nada más que la Verdad, prefiere conformarse con buscar a los responsables, ponerles una cara que no sea la nuestra y empezar a justificar por qué la Vida nos va como nos va. La queja busca que nos sintamos víctimas de las circunstancias e indefensos ante ellas, carentes de libertad.

Es cierto que la Vida a veces nos ofrece situaciones en las que vemos acotada nuestra libertad física u operativa, pero incluso en esos momentos, el Ser Humano mantiene intacta la última y más básica de las libertades… la que tiene que ver, tan solo, con uno mismo y que se refleja en el modo en el que nos relacionamos con aquello que acontece. «Búsquedas y Sentidos», «Pablo» o «María», son algunas de las entradas del blog en las que puedes ver ejemplos de carne y hueso de que la Vida es un 10% lo que sucede y un 90% nuestra forma de interpretarlo.

Ser conscientes de nuestra libertad a la hora de relacionarnos con la Vida toma forma de Responsabilidad sobre ella, de dejar de creer que los demás son los que llevan el timón, de levantarte cada mañana sabiendo que no son solo los vientos los responsables de que llegues a puerto. Que tú siempre podrás decidir cuándo es el momento de soltar amarras y desplegar velas para encontrar horizontes nunca antes explorados.

Esto se complica cuando nos falta la fe en nosotros mismos, en nuestras capacidades para afrontar una nueva forma de relacionarnos que ya no está basada en la queja sin acción, que pasa a fundarse en la Responsabilidad ante lo que pensamos y sentimos y que, por ende, incluye lo que hacemos y lo que decimos. Si no creemos en nosotros mismos, actuamos en consonancia y, por lo tanto, los demás tampoco creerán. No se trata de inventarse ser algo que no se es y pasar a interpretar el papel de nuestra vida. Es tan solo dejar de ceñirnos a la forma en la que nos vemos para descubrir la que realmente tenemos, nada más.

Puede parecer descabellada esta forma de afrontar las circunstancias que nos trae la Vida, sé que no resulta la más habitual, pero para mí es la que me aleja de vivir anclada en la queja sin acción y la única que me da la oportunidad de Experimentar la Vida en lugar de conformarme con sobrevivirla.

Algunos llaman a esto fantasía. Otros lo llamamos Osadía.

Osadía

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Moni dice:

    Me encantaría intercambiar un monton de puntos de vista sobre éste tema…. Con una buena infusión…. Pero la magia termina es mucho más fácil volver a mi zona de confort, en la que intento terminar el dia sin caer en la misma borágine y repasando mi pequeño cubo….

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  2. Julián González dice:

    Comparto la Osadia, en la queja se narcotiza nuestros pensamientos y limita nuestra acción. En la queja se instala una cierta estética de melancolía que sirve para sobrellevar y justificar. De lo que puedo contar es de lo que hice, de lo que acaricié y puse mi valentia en ese momento en el juego de la vida de los corazones. No olvido los ojos y las sonrisas que nos anuncian compartir los días, diciendo, si! a lo que venga. Gracias por los regalos de la Osadía, sin ellos poco tendriamos en nuestro corazón, un paso adelante es todo un camino por explorar. Mi agradecimiento a la Osadia. Siempre agradecido por la vida de atravimiento dulce y delicado. Hace falta mas osados y menos quejas.

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