2 de octubre de 2016

«Tenemos dos vidas, y la segunda comienza cuando te das cuenta de que solo tienes una.»

Poema “Golosinas”, Mario de Andrade.

Puede que en esta bonita frase resida la clave para comenzar a darle a la vida la oportunidad de ser vivida y dejar de aceptar la supervivencia como formato para pasar nuestros días.

Estoy segura de que muchas de las personas que lean esto pensarán que es verdad lo que dice la frase, pero me gustaría que fuésemos un poquito más allá de nuestros pensamientos, que nos saltásemos lo que nos cuenta nuestra mente y alcanzásemos ese punto interno en el que, con una honestidad limpia, seamos capaces de sentir si le estamos dando a nuestra vida la oportunidad de ser vivida o estamos dejándonos llevar por la inercia del día a día.

Reconozco que yo soy de las personas que han tenido la suerte de encontrarse de golpe y porrazo con una baliza de señalización en la que ponía “Ojito, puede que tu vida finalice antes de lo que tienes pensado”, y eso ayuda mucho a pararte a reflexionar sobre el modo en el que enfocas tu vida.

Hoy, 2 de octubre de 2016, con 39 primaveritas vividas, voy a soplar las velas de mi segundo cumpleaños, así que soy de esas personas que pueden dar fe de que la segunda de tus vidas comienza cuando eres consciente de lo cortita que puede ser la primera.

En este blog en el que cuento cómo voy reaprendiendo a vivir y las herramientas que utilizo, ya he dedicado un espacio a contar cómo viví el diagnóstico y la operación que vino después (si te apetece leerlo, pincha aquí), pero hoy me gustaría contarte algo que no reflejé en ese momento…

Recuerdo muy bien la sensación que tuve cuando me desperté en la UVI y tomé conciencia de que la intervención ya había pasado. Me sentía bastante aturdida y estaba deseando saber qué tal había ido todo, así que le hice señales a una persona que estaba por allí y comencé a aplicarle un interrogatorio en tercer grado… ¿Me entiendes cuando te hablo?, ¿qué tal ha ido?, ¿han podido solucionarlo?, ¿tengo torcida la boca?, ¿es muy grande la herida?, ¿puedo verla?, ¿cuánto me queda para ver a mi familia?… Mientras preguntaba, miraba al personal que se había ido acercando hasta mi cama y solo podía ver en ellos una fuente de conocimiento que estaba deseando que compartiesen conmigo. Recuerdo que hubo un momento en el que uno de ellos, mientras me acariciaba el brazo con ternura, me dijo: “estate tranquila, todo está bien”. Ahí supe que comenzaba nueva etapa.

Durante estos dos años he aprendido a plantearme el día a día desde una perspectiva distinta. El proceso que viví cuando me dieron el diagnóstico me facilitó nuevas coordenadas en las que situarme y, tras conseguir salir airosa de la operación, fui consciente de que, desde ese nuevo lugar comenzaría a redescubrir la vida.

Allí no vale lo de creerse a pies juntillas todo lo que tu potente cabecita te dice que es verdad, tampoco caben las interpretaciones ni los juicios. A mí me gusta verlo como una pista de baile en la que solo entran a participar aquellos bailarines dispuestos a ir más allá de lo que piensan para llegar hasta lo que son. Es el lugar en el que el agradecimiento se convierte en la batuta que marca el compás.

Cuando te dispones a participar en el baile, aprendes a caminar entre tus miedos, tus límites y tus creencias con la serenidad que te otorga el saber que todos ellos están allí solo porque tú decides hacerles hueco. Eres consciente de que siempre eres tú el responsable de etiquetar y gestionar pensamientos según los recursos que tienes disponibles en cada momento, y también eres tú el que, poquito a poco, descubre que nada de lo que te cuentas es más verdad que cualquiera de las mentiras que ya te has creído antes.

Cuando me siento delante del ordenador para intentar plasmar esta forma que tengo de entender la vida, necesito ponerle nombre a algunas partes que experimento y siento en mí, pero que me resultan complejas de trabajar cuando quiero hacerlas tan chiquititas como para intentar describirlas con palabras. Siempre trato de hacerlo de la mejor forma posible, pero todavía no he llegado a sentirme capaz de mostrar  todo lo que descubro cuando le doy a la vida una nueva oportunidad de ser vivida.

En realidad, cada entrada del blog es una intentona de ser capaz de mostrar toda la belleza y el silencio que se esconden tras el miedo. Escribo aquí como quien lo hace en un cuaderno de bitácoras, pero te confieso que escondo un anhelo tras mis palabras… ojalá quien me lea no necesite sentir a la muerte susurrándole al oído para comenzar a redescubrir su vida.

Creo profundamente que todos tenemos la capacidad de ser conscientes de nuestra vida y eso es lo que me mueve a usar mis escritos y mi voz para dejar este mensaje en el aire, preparado para quien lo quiera oír. Es obvio que llegará el día en el que poner punto y final a tu historia, pero no es necesario tutearte con la muerte para darte cuenta de que tu vida está para vivirla, y no para convertirte en un espectador del acontecer de tus días. Todo lo que necesitas, ya lo tienes. Es solo una cuestión de interpretación y lo que interpretamos, siempre lo podemos transcender. Lo que somos, permanece inmutable. Date la oportunidad de redescubrirte. Cree en ti.

¿Quién puede transformar tu vida si tú no estás en ella?

Plantéatelo… ¿dónde estás tú cuándo tomas decisiones?, ¿dónde buscas la solución de los conflictos?, ¿piensas que depende de otros o de las circunstancias que te rodean el que tú consigas transformar tu vida?

Nadie más ve la vida como tú lo haces, da igual que intentes explicarlo, que te desgañites tratando de hacer que los demás entiendan lo que te lleva a actuar de la forma que lo haces. Solo tú lo ves así. Puede incluso que las personas que te rodean intenten por todos los medios comprenderte, y que tú sientas que lo han llegado hacer, pero nunca, nadie, vivirá tu vida tal y como la vives tú, y de igual forma, tú tampoco eres capaz de sentir tal y como lo hace cualquier otro por mucho que le quieras o a pesar de todo lo que te esfuerces por conseguirlo.

Si tenemos esto claro… ¿no suena raro que lleguemos a plantearnos que puedan ser otros los que transformen nuestra vida?

Convertimos nuestras creencias en hechos. Lo que pensamos se convierte en realidad. Nos basamos en todas las veces en las que lo hemos intentado y no nos ha salido, o nos viene a la cabeza la vez aquella que lo intentó nuestro primo Carlitos, en del pueblo, y se dejó los dientes por el camino. ¿Qué más dan las veces que no lo hayamos conseguido? El futuro no tiene por qué convertirse en un pasado omnipresente, a no ser que tú estés dispuesto a permitírselo.

Es muy sencillo encontrar razones para evitar que la confianza en ti mismo aflore por encima de tus pensamientos, pero es importante que seas consciente de que la única persona que se relaciona con tus creencias eres tú. Nadie de fuera va a venir a abrir tu puerta. En tu lado está la cerradura y tú tienes la llave.

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Creo que cualquier día es bueno para iniciar un nuevo camino, no importa lo que creas tener en contra para comenzar. Camina. Tampoco es necesario que alcances la meta, allí tan solo está situado un punto de referencia.  Pasa por encima de los obstáculos que te encuentres siendo consciente de todo lo que aprendes al saltar. Tú solo camina, camina siempre, y disfruta de quién descubres ser en cada paso que des.

Sitúate en el aquí y en el ahora y hazle el hueco que se merece a tu segunda vida, esa que comienza en el momento en el que eres consciente de que solo tienes una.

3 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Mayte. dice:

    Precioso Gemita:):) increíble tu capacidad de plasmar en estas líneas tus sentimientos de esos momentos, desde luego que tus palabras ayudan a pensar más en lo que nos ocurre cada día que tanta importancia damos y que luego realmente no la tiene y en los detalles tan maravillosos que ni siquiera les prestamos atención. Gracias por compartirlo Gemi.

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  2. Juanito dice:

    Qué suerte que alguien pueda hablarte de esos sentimientos. Suerte para el que habla y suerte para el que escucha. Un auténtico tesoro de la vida. Felicidades por ese segundo aniversario y gracias por ser y por estar.

    Las afortunadamente pocas veces que me he cruzado con la Parca nunca tuve la capacidad de poder expresar lo que sentí, ni la posibilidad de tener a quien contarlo, de poder explicar que noté hasta su olor, y sospecho que en esas condiciones silentes y aisladas estamos muchos. Me considero un afortunado por poder escucharte, y te considero afortunada por poder y por saber expresarlo. Pues eso: que gracias y ¡¡ Felicidades !!.

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  3. Maribel dice:

    Maravilloso, gracias Gemita😘😘

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