El servicio a uno mismo

El servicio a uno mismo

No sé si me va a costar un poquillo más de lo habitual escribir hoy. Me resulta difícil ponerle palabras a lo que identifico como una experiencia del Alma. Quizás sea porque “la experiencia” y “el Alma” no se puedan combinar. O al menos no en la misma frase. Porque parece que el Alma no sea experimentable, que el Alma solo puede ser Alma y la Experiencia solo Experiencia (dualidad separada). O puede que no y lo que exista realmente entre ambas sea una forma combinada, una invitación a bailarlas creando nuestra propia danza. Y quizás en esa invitación tengamos la Oportunidad perfecta para Aprender a BailarNos, o quizás para Aprender a desgranar su melodía y adaptar nuestros pasos, o para cambiar el ritmo, o incluso para pararnos.

No sé muy bien lo que es el Alma. Me parece un término demasiado grande para explicarlo. Hay mucha literatura que habla sobre lo que representa, sobre la forma de acercarse y analizarla, pero no tengo ni papa de cuánta verdad revelan esas palabras. Puede que incluso cohabiten tantas verdades sobre el Alma como mentes que la piensan y también tantas como las distintas experiencias. Me resulta estimulante no saber explicarte lo que ella Es y pedirte que tampoco creas en lo que vas a leer. Invitarte a que simplemente lo Vivas, a que te abras a la Experiencia de sentirla, sin más, despojándote de los escudos que te impiden Verte porque, ante ti mismo… ¿qué defensa puedes necesitar?

Me ha molado mucho escribir la frase que  acabas de leer: “Ante ti mismo… ¿qué defensa puedes necesitar?” Según la escribía, pensaba: “pues ninguna”, pero tal y como se iba gestando en mi cabecita lo siguiente sobre lo que voy a escribir, mis indicadores de peligro se desperazaban.

Abrirle tu puerta a una emoción para que pase hasta dentro, seguirla en su recorrido, acompañarla por cada rincón de ti, dejarla pasar por las habitaciones más bonitas -las que más te gusta enseñar- y Aprender a mostrarle sin miedo las más oscuras y poco ventiladas, te permite descubrir que tú no eres la emoción a la que acompañas. La emoción es tu invitada. Tú Eres el anfitrión, el que permanece siempre, quien decide qué y quién entra en ti y hasta dónde pasa.

Al que más y al que menos le gusta organizar fiestas en casa. Y quien dice fiestas dice quedadas con amigos a los que nos gusta ver, con familia, o con gente nueva a la que queremos conocer. Somos seres sociales, buscamos relacionarnos con otros porque lo necesitamos. Sobre esos lazos de unión nos apoyamos para crecer, Amar, Aprender y completarnos. Dicho así suena hasta bucólico. Con ese marco interpretativo de las relaciones interpersonales podríamos hablar del Amor como algo romántico, apasionado, entregado a la entrega o incluso sufrido. Me resulta interesante este enfoque sobre el Amor, ya que creo que todos, en mayor o menor medida, lo hemos experimentado –o seguimos en ello-, pero me parece aún más estimulante hablar sobre el Amor y las relaciones interpersonales desde una perspectiva menos explorada: la que no habla de cuidar del otro, sino de estar a su servicio, y en la que el pilar fundamental es el servicio a nosotros mismos.

“Activando señales de alerta”

(Lo mismo ahora entiendes por qué cuando escribí eso de “¿qué defensa puedes necesitar ante ti mismo?» me durase tan poquito tiempo la certeza de que “ninguna” fuese mi verdadera respuesta.)

¿Qué significa “el servicio a uno mismo”?

Creo que, para averiguarlo, lo primero que estaría bien hacer es pararnos y ser conscientes de lo que para cada uno representa esta frase. No hablo de saber el significado que tiene, sino de descubrir el que nosotros le añadimos al lingüístico y la dota Sentido. ¿Nos ponemos a ello? Yo, desde luego, sí. Me parece estimulante pararme y descubrir qué escenario me muestran esas palabras. Hacerlo me permite conocer mi manera de relacionarme con ellas, ver en qué me baso para justificarme y justificarlas  y qué me hace resistirme a eso tan grande que me invitan a mirar: la posibilidad de que yo también pueda Amarme como creo Amar a los demás.

Son curiosas las connotaciones que llevamos de la mano de algunas palabras: cuidar es una a la que se lo hacemos. Plantearnos la idea de cuidar de nosotros mismos nos suena egocéntrico, parece que vaya de la mano de dejar de cuidar a los demás. “Si me dedico tiempo a mí, se lo quito a los otros”.

Cuidar también conlleva el reconocimiento de que al otro le falta algo que tú le puedes dar o, al menos, intentarlo. El cuidado a nuestros hijos puede ser un buen ejemplo para expresar lo que quiero: cuando ellos nacen, nos necesitan para alimentarse y cubrir sus necesidades vitales. Les cuidamos y les abastecemos de aquello a lo que ellos no tienen acceso en ese momento: alimento, higiene personal, cuidado de la salud, mimos… Según cumplen años y  adquieren la capacidad de ir poco a poco cubriendo sus necesidades básicas, se produce algo muy llamativo: por regla general, no se contempla esta capacidad real como algo aplicable y continuamos cuidando de ellos de una forma similar; cuidar de ellos nos parece necesario. Y yo creo que lo es. Pero no para ellos, sino para nosotros. Les cuidamos porque nos parece la forma de demostrarles cuánto les queremos, lo importantes que son para nosotros y cuánto nos preocupamos por que estén bien. Cuidando a los demás cubrimos nuestra necesidad de formar parte de su Vida. Cuidar forma parte del ego. Y no digo que esté mal, al contrario. Me resulta estimulante descubrirMe en mi necesidad de cuidar, tan solo digo que cuando cuido hablo más de mis propias carencias que de las de los demás.

Otro foco de atención importante a valorar en esta propuesta de «estar al servicio de uno mismo” son sus dos últimas palabras (y no por su posición menos importantes): eso de enfocarse en uno mismo suena raro, egocéntrico o incluso caradura. Parece que si te pones a tu servicio ya no puedes estar al de nadie más y yo creo que es justo lo contrario. Aquel que se entrega en demasía hacia fuera sin recargar hacia adentro, se gasta. Consume los depósitos hasta que se acaban. Y cuando se acaba, no puede dar más.

Un depósito de 100 litros, al 20 por ciento de su capacidad, como mucho, con todo su esfuerzo, entregándose al cien por cien y quedándose completamente seco, lo máximo que será capaz de aportar a quien necesite de él será ese 20 por ciento.

Si ese mismo depósito se encuentra al 80 por ciento de su capacidad y se entrega al 50 por ciento a la labor de dar-Se, lo que entregará a quien tenga delante serán 40 litros. Es decir, el doble de entrega con la mitad de desgaste.

Este ejemplo me gusta ponerlo cuando hablo de esto porque mucha gente tiene la sensación de que ponerse al Servicio de uno mismo y “recargarse” es egoísta porque no aporta en positivo para los demás. Sentir eso hace que se nieguen en banda a la posibilidad de reconocerse y ponerse a su servicio. Así que déjame recordarte que recargarte te permite entregar el doble de ti con la mitad de desgaste.

Si te das cuenta, en lo que llevas leído hasta aquí, he usado para expresar la misma idea de entrega tanto la palabra cuidado como servicio. Pudieran parecer casi sinónimos, pero no lo son. No al menos si las desgranamos hasta encontrar el Sentido que está más allá del significado. Con el que yo me he encontrado queda escrito aquí, en este espacio que tú y yo compartimos. Pero es tan solo el mío.

Así que te invito de nuevo a una ronda de ti. Te invito a pararte y a sentirte. A desgranar cada palabra hasta encontrar los Sentidos que sepan a ti y no a nada de lo que has leído.

Voy a acabar con las palabras que calaron en mí hace un tiempo y llenaron de salitre mi mar. Forman parte del libro “Las cinco invitaciones”, aparecen en el capítulo titulado “pon todo tu Ser en la experiencia” y dicen así: “Ayudar, reparar y servir representan tres maneras distintas de ver la Vida. Cuando ayudas, ves la Vida como algo débil; cuando reparas, la ves como algo descompuesto; cuando sirves, la ves como un todo. Reparar y ayudar son obra del ego, EL SERVICIO ES OBRA DEL ALMA.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Maribel dice:

    Gracias Gemita, te quiero.

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