Busca un lugar de reposo en medio de la agitación – La Cuarta Invitación

Busca un lugar de reposo en medio de la agitación

La entrada de hoy me viene como anillo al dedo. Si tuviese la oportunidad de contarle a mi abuela Carmen por qué pienso esto, estoy segura de que me diría que son cosas de la divina providencia.

Realmente lo pienso. Hoy era el día en el que tenía que escribir sobre la cuarta invitación de Ostaseski. Llevo posponiendo este post unas cuantas semanas. Me sentaba a escribir sobre él y por distintos motivos cambiaba de idea. Era como si la Vida me pidiese expresarse por parajes distintos a este. O no… lo mismo distintos no Eran y solo me lo parecían.

Es importante que sepas que todas las invitaciones que plantea Frank Ostaseski en su maravilloso libro están permanentemente disponibles. Ellas son como las hojas de mis jazmines: siempre están. Otra cosa es que a mí me apetezca disfrutarlas.

Disfrutar de la práctica de estas invitaciones o no disfrutarla no va a depender nunca de contextos o situaciones, de lo que sí  va a depender es de la decisión que tomemos para ponernos delante de ellas e iniciar la marcha. Ya está. Sin más. Son invitaciones que se dan. Son Vitales, están siempre. Se formulan y resuelven en tiempo Presente. No pueden posponerse a mañana porque, en cuanto el futuro pasa por la puerta del hoy, se convierte en posibilidad de acción y fulmina de golpe cualquier excusa achacable a un tiempo en el que jamás estaremos. Así de crudo es, así de llano, así de solemne, así de Vital y, aunque nos suene raro, también así de inesperado. Inventamos tiempos ¿que vendrán? y nos olvidamos de Vivir en el único momento en el que estamos.

La Vida no puede posponerse. La Vida “tan solo” se practica.

¿Tan solo?

Ostaseski nos refresca esta idea en cada una de sus cinco invitaciones. Son las que la Vida le susurró mientras acompañaba desde un Amor sincero y respetuoso a cientos de personas hacia la muerte. Escribió sobre lo que Aprendió en esa experiencia porque sintió que dejarse llevar por ellas acercaría a quienes se dejasen invitar a una Vida sin peros. A desCubrir cuántos pros dejamos sepultar bajo la ira de los contras.

Yo a veces también lo hago. Veo mogollón de peros y me pongo en automático a buscar todos los contras. Ayer y hoy han sido días de esos. Cuando lo hago, los caminos mil veces transitados con disfrute y sin esfuerzo se convierten en pendientes que me agotan la mirada, el paso y el ritmo. Perdón. He escrito “se convierten” y no, rectifico: LOS CONVIERTO. Ahora sí. Convierto los caminos en pendientes, los retos en problemas y los susurros en gritos. Qué vamos a hacerle si es así como me sale…

Lo bonito de toda esta mierda es que ya no ME huyo.

Lo que para mí es una mierda… para mí, es una mierda. Que quede claro, porque de nada me sirve convencerme cognitivamente de que no tengo argumentos reales para pensarlo o sentirlo si mi experiencia me afirma que lo es. Puedo dejar de verbalizarlo, hacer como que no lo veo o echarle ambientador, pero si yo siento que lo que estoy viendo es una mierda… lo es. Y punto.

A ver cómo introduzco yo aquí lo de abrirse a la experiencia poniendo de ejemplo una mierda…

Creo que lo mejor será que te imagines tú la mierda que quieras, suelta lo que hayas imaginado de la mía y coge una tuya. Vale cualquier emoción que hayas sentido y lo primero que te haya venido a la cabeza al experimentarla haya sido “vaya mierda”… esa es perfecta. También me valdría cualquiera de sus homólogos lingüísticos o emocionales, es decir: lo que quieras. Cualquier momento en el que la emoción que estuvieses sintiendo tú no quisieses sentirla.

¿Lo tienes?

Si es así, estupendo. Y si aún no lo has hecho pero vas a seguir leyendo, te pido que dejes que te calen estas palabras justo hasta el lugar de ti al que han sido llamadas. Nada pasa porque sí. Esta lectura tampoco.

Antes de continuar, me gustaría mostrarte algunas coordenadas. La primera, el título de la cuarta invitación: “BUSCA UN LUGAR DE REPOSO EN MEDIO DE LA AGITACIÓN”. A esto estamos invitados hoy (y siempre) tú y yo.

Todos sabemos lo difícil que resulta aquietarse cuando sentimos que nuestra agitación está más que justificada. Son momentos en los que sucumbimos a la fácil costumbre  del estímulo-respuesta. Sobre estos momentos nos resulta complicado poner conciencia porque sabemos que hacerlo supone la desaparición del juicio sobre el que nos estamos sosteniendo. Cuando nos sentimos así, pararnos y Sentir da miedo. Solo queremos estar mejor de lo que estamos, acabar con la emoción que nos hace daño. Es muy duro sentirse así. NegarTe sabe a látigo, a cicatrices de reproche, es arritmia en el latir. Lo digo por experiencia, y por saberla quiero invitarte a que mires cómo cae sobre ti lo que Frank denomina “la quietud verdadera”. Dice así:

“Si tenemos la esperanza de hallar una quietud verdadera, debemos ver con claridad las corrientes que nos perturban. El reconocimiento es apenas el principio. Para hacer un cambio genuino tenemos que llegar más profundo y comprender las formas específicas en que se nos ha condicionado a lo largo de la Vida. Entonces podremos atacar las causas de fondo de nuestra angustia o falta de sosiego interno.”

Estoy muy de acuerdo con este párrafo. Solo explorando la profundidad se desvela el misterio. Las explicaciones ya nos las sabemos, las justificaciones también, los análisis, los meta-análisis… Y todo ello nos da el mismo resultado: miedo. Miedo a sentir abierta y honestamente lo que estamos sintiendo. Llegó el momento (por favor, incluya aquí la mierda en la que pensó hace un rato).

En el libro de Frank, después de explicar “la quietud verdadera”, él utiliza como apoyo algo que un maestro budista le contó sobre una tradición llamada Samsara. En ella se habla de los tres venenos, que vienen a ser las tres actitudes que solemos desarrollar hacia los pensamientos. Cuando los leí me resultaron muy útiles e interesantes, así que voy a darte algunas pinceladas para que, si te apetece, observes cuánto de ti hay en ellos.

El primer veneno es el de la demanda o ansia.

Este habla de la necesidad de que los objetos (o personas) de nuestro deseo nos brinden una satisfacción duradera para que nos sintamos realizados, íntegros y completos. De aquí nacen los apegos. Es la tendencia a aferrarse rígidamente a alguien, algo o alguna idea. Se basa en el anhelo de obtener o incluso en el de que, lo que tengo, no desaparezca. Nos aleja de disfrutar en tiempo Presente y lleva inherente la noción de que lo que está aquí y ahora, lo que tenemos hoy, no basta para ser felices.

El segundo veneno es el de la defensa o aversión.

Es el que aparece como enojo, odio, acoso, soledad, intolerancia o temor. El que se genera ante emociones a las que nos resistimos, negamos o evitamos. Aquí Frank hace una reflexión que me parece muy interesante: “La defensa nos atrapa en un círculo vicioso de búsqueda de conflictos y enemigos en todas partes. Refuerza nuestras percepciones erróneas de que estamos separados de todo y todos y la ironía es que, lo que rechazamos suele acometernos con más fuerza todavía”.

El tercer y último veneno es el de la distracción o ignorancia

Yo sobre este veneno sé mucho. He pasado mogollón de horas en sus vuelos. Este veneno es el que nos ciega a la forma en que la realidad opera y da origen a que demandemos y empujemos la Vida. Y es la percepción de que la Vida se equivoca la que nos lleva a perdernos en distracciones como recurso para desentendernos de nuestro dolor porque nos sentimos incapaces de salir de él por nosotros mismos, lo que hace que jamás le miremos de frente. En términos de energía, nos sentimos vacíos, torpes o vagamente inconscientes.

¿Qué te parecen los tres venenos?, ¿alguna vez los has bebido? Yo sí, todos. De hecho, ahora, mientras escribía sobre ellos, me he paseado por muchas de mis horas de vuelo. Me ha parecido bonito hacerlo. Ponerme delante de mis mierdas, y observarMe en ellas desde el Amor es saberme antídoto de venenos y centro de cualquier desviación.

Querida abuela Carmen:

La Vida es providencia. Ojalá siempre me permita Verla.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Silvia dice:

    Mi veneno durante mucho ha sido la procrastinación. Ya he aprendido a que cada vez que aparece mirarla cara a cara y hablar con ella. Es la mejor herramienta contra los venenos, hablar con ellos, anailizarlos y darles fin.

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