«Acepta todo, no rechaces nada» La Segunda Invitación

Acepta todo, no rechaces nada

Pudiera parecer la más complicada de las Cinco Invitaciones que nos plantea Frank Ostaseski en su inspirador libro. A mí, desde luego, es la que me más me cuesta, pero al mismo tiempo la siento como la más bonita y transformadora de todas porque me hace pararme de sopetón en mi forma de Vivir y prestarle Atención a las emociones que surgen cuando algo que no me gusta sucede.

Cuanto más difícil me resulta sentir lo que estoy sintiendo, cuantas menos referencias tengo para apoyarme, y cuanto más miedo experimento, más complicado me parece soltar lo que pienso -y justifico-, dejar de creerme a pies juntillas todas mis “verdades” sobre lo que no está sucediendo como “debería”, y mirarlas de frente sin huir de ellas; con la honestidad suficiente como para Verlas.

Me da la sensación de que, si lo hago, el mundo que Vivo, el que con tanto esfuerzo he construido, va a tambalearse. Y el tambaleo tiene un ritmo tan descontrolado que no me gusta. El tambaleo hace que crezca mi miedo a lo que pueda pasar y a la hostia que pueda pegarme por inexperta.

No me gusta sentirme torpe cuando me Vivo, me da coraje, así que imagina lo bien que me lo paso cuando me llega el momento de tambalearme al compás de la Vida, al único, al de Verdad, al que se da completo y totalmente incontrolable… es brutal. Entregarme por completo a ese ritmo que no puede Aprenderse por su continua temporalidad, por sus cambios constantes y sus Silencios es una experiencia alucinante. Llevo muchos años poniendo mi radio a tope para no escucharle y ahora que le oigo… le temo y me acerco con espíritu de niña curiosa al mismo tiempo. Es bonito hacerlo. Jodidamente bonito, la verdad.

Siempre he creído que sabía bailar, avezada me siento ejecutando por tiempos mis ritmos mentales: los del orden y el control que ya tengo tan insertados en mis rutinas que no necesito escucharlos para repetir por inercia cada uno de sus pasos. Pero al jodío del tambaleo no le vale con eso. A esa parte honesta de mí que reconoce que es nueva en esto de Vivir lo que está Viviendo, no le sirve que me marque un 1, 2, 3, 4 de los de siempre. No, qué va. Lo que le mola es que sea un 4, 2, 11, 33 y luego olvidarse de estos números y arrancar de nuevo con alguna nueva serie que comience, por ejemplo, por 20.

Y a mí, a veces, el 20 se me antoja inalcanzable.

Cuando esto me ocurre –porque me ocurre muchas más veces de las que me gustaría-, desCubro que, al pararme en la experiencia, puedo Ver cómo la sensación de desconcierto e incertidumbre  por no saber bailar no viene sola. De la mano del miedo a no saberMe llega también el apetito y la curiosidad por indagar sobre lo que está en mí y no Veo en ese momento, por lo que le da forma «sentible» a lo que siento. Es una sensación parecida a la que experimentaba de pequeña cuando leía los libros de la saga “elige tu propia aventura”. En momentos así, de completa incertidumbre, se despierta en mí mi espíritu explorador, me abro al Encuentro de lo que realmente Soy. Y lo único que necesito para hacerlo es ser honesta conmigo y permitirme sentir lo que ya estoy sintiendo.

El libro de Frank, en su página 113, dice una frase que, desde mi punto de vista, desvela todo el misterio y resume la infinita extensión de lo que estamos hablando: “siempre que discutimos con la realidad, perdemos”. La siento verdad. Discutir conlleva querer que lo que está siendo de una manera sea de otra, convencer a las personas o a la propia Vida de que algo debe cambiar… Sufrimos infinito cuando sentimos eso porque nos alzamos en guerra en lugar de, simplemente, abogar por la Paz y desde esa Paz relacionarnos e interactuar con la experiencia que se nos da.

Quizá nuestro temor a Aceptar y dejar de luchar contra lo que debería cambiar es el miedo a que, si dejamos de luchar, la situación nos arrastre. Y creo que eso es fruto de una dolorosísima falta de confianza en lo que realmente Somos, en nuestra capacidad.

Resulta natural sentir miedo si, de primeras, cuando pensamos sobre la Aceptación, lo hacemos de una forma que asume que “aceptar” es agachar las orejas, la cabeza y el corazón y resignarnos a que las cosas son como son. Si eres de los que sienten así la Aceptación, tengo una excelente noticia que darte: la Aceptación no es eso en absoluto. La Aceptación nos invita a que nos asumamos,  a que nos reconozcamos, a que nos pongamos en pie en nuestra experiencia, a que caminemos nuestros miedos y nos permitamos temer cuanto temamos, sentir cuanto sintamos y Aprendernos a través de la experiencia. La Aceptación habla de nuestra responsabilidad única y Vital, de tomar las riendas de nuestra forma de Vida y conseguir que nuestros pasos tengan que Ver con nosotros, con lo que Sentimos y con quienes Somos y no con lo que nos pasa.

Creo que Frank Ostaseski, el autor del libro “Las Cinco Invitaciones”, lo explica mucho mejor que yo. Para mí su libro no es solo recomendable, creo que es excelente, y recomiendo tenerlo cerquita -en la mesilla de noche por ejemplo- y usarlo como una inyección diaria para activar la Vitalidad y el Compromiso hacia, para, por, y con uno mismo primero para hacerlo extensivo a todo aquel –o aquello- con lo que nos relacionemos después. Para dar una pequeña muestra de ello, voy a usar un trocito de su texto en el que –al menos para mí- se refleja a la perfección de qué estamos hablando cuando hablamos de Aceptación. Es este:

“Cuando aceptamos lo que es tal como es, vemos de frente la realidad. Quizá no nos guste ni aprobemos todo lo que encontramos, pero siempre que discutimos con la realidad, perdemos. Desperdiciamos nuestra energía y nos fatigamos a causa de la insistencia en que la Vida debería ser distinta.
Pese a que se nos hace creer que el destino descansa firmemente en nuestras manos, lo común es que tengamos poco control sobre nuestras circunstancias. En cambio, tenemos muchas opciones para relacionarnos con los naipes que la Vida nos arroja y aprender de ellos. Ejercitamos nuestra flexibilidad cuando nos permitimos experimentar lo que sentimos en una situación dada, sea bueno o malo. Mientras nos resistamos a aceptar la Vida con toda su locura e inspiración, nos sentiremos desconectados, separados y aislados. Veremos el mundo que nos rodea como un lugar peligroso y aterrador.
La Aceptación no es resignación. Es estar abiertos a todas las posibilidades. Y la apertura es la base para una respuesta adecuada a la Vida.”

Cuanto más lo leo, más me gusta.

Trasteo mucho los libros que caen en mis manos, soy de papel y portaminas, de fluorescentes en tonos pastel y post-it de colores. Según sea el subrayado que realizo, determino con él lo intenso que me ha resultado lo leído o la importancia que le doy. Lleno las contraportadas de reflexiones frescas y utilizo post-it más grandes que pego al final de las páginas donde me viajo por regiones poco exploradas de mí. Me encanta manosear los libros así, es como si, a través de ellos, yo pudiese leer mi Alma. Y es que me dejo leer por los ojos que no entienden las palabras, por los que solo saben de latido, y encima saben tanto, como para permitirse, simplemente, dejarse sentir en él.

Parece que “Las Cinco Invitaciones” de Frank Ostaseski se hayan apoderado de mí. Lo digo en serio. Me da la sensación de que me han cruzado tanto el corazón y removido tan activamente el pensamiento, que ya forman parte de mí, las llevo integradas conmigo. Son como un baluarte que siempre me acoge cuando me siento dolida, enfadada o confundida. Y lo hacen con infinito mimo, con una sonrisa, con profundo respeto a cómo llego y una serena, bonita y profunda sensación de Agradecimiento por hacer lo que estoy haciendo.

Me encanta regalar este libro. Creo que es como si regalase una invitación a que disfrutes de la Vida que Eres, con toda su fuerza, su potencia y su plenitud. Tanto me apetece que todo el mundo lo tenga, que en la librería “El olor de la lluvia” -que es el lugar donde más me gusta comprarlo por la Magia que tiene el sitio y quienes lo regentan-, han decidido colaborar conmigo y me hacen un pequeño descuento en cada ejemplar que compre de este libro. Lo mismo parece que es el descuento lo que me alegra, pero no es el dinero que eso representa para mí lo que me hace sentir ese detalle como algo tan dulce y bonito. Es el reconocimiento a lo que un libro representa y el deseo tan lindo que se aloja en cada dedicatoria al regalarlo.

Por este motivo, acabo de decidir que vamos a celebrar el segundo aniversario de este blog regalando un ejemplar de “Las Cinco Invitaciones” por cada uno de los años que llevamos compartiendo reflexiones sobre la Vida. Si te apetece tener el libro, envíame un correíto a esta dirección: meveoenelespejo@gmail.com El próximo 16 de mayo de 2018 (fecha de nuestro cumpleaños), sortearé entre los correos que haya recibido los dos ejemplares. Lo único que te pido, es que, cuando envíes el mail, me digas quién eres (con tu nombre me vale) y me cuentes qué te hace tener ganas de leerlo. Ya está, con eso es más que suficiente. Si eres el/la afortunad@, te mandaré un correo pidiéndote la dirección de envío. No entras en listas de notificaciones ni nada de eso.

Mira tú qué forma tan chula de acabar la entradita de hoy… decidiendo regalar Invitaciones a la Vida plena, a dejar de luchar y a Aceptar la Vida venga como venga.

Termino de escribir esto con una sonrisa de corazón, una de esas sinceras y bonitas. Qué lindo es permitirse desCubrir que la Vida no se ensaya… tan solo se practica.

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